
Durante casi un siglo, un pequeño fragmento de mármol permaneció en una casa de Viña del Mar como un simple objeto decorativo. Pertenecía a la familia de Enrico Tosti-Croce, un ingeniero electrónico de 77 años que heredó la pieza de su padre, un marino italiano que había estado en Grecia en la década de 1930. Lo que parecía una reliquia personal terminó siendo una pieza arqueológica invaluable.
El fragmento, de apenas 8,2 por 11,4 centímetros y un peso cercano a 1,2 kilos, estaba tallado con motivos de flores de loto y formas geométricas. Durante generaciones, fue parte del comedor familiar, hasta que a comienzos de 2025 su dueño, al escuchar las noticias sobre las demandas de Grecia para recuperar los mármoles del Partenón, decidió que había llegado el momento de devolverlo.
En enero, Tosti-Croce se comunicó con la embajada de Grecia en Chile, enviando fotografías, medidas y el peso de la pieza. Tras una evaluación inicial, las autoridades confirmaron su interés y organizaron un encuentro en el que constataron su autenticidad. La pieza fue transportada discretamente en el equipaje de mano de su propietario hasta Atenas, donde especialistas arqueológicos realizaron el examen definitivo.
La investigación confirmó que el mármol no pertenecía al Partenón, sino al Hecatompedón, un templo erigido en la primera mitad del siglo VI a.C. en la Acrópolis bajo el gobierno de Pisístrato. Esta estructura, considerada el primer templo monumental del lugar, fue demolida en épocas posteriores, y muchos de sus restos quedaron dispersos o reutilizados en otras construcciones.
La arqueóloga Olympia Vikatou, directora del Servicio Arqueológico de Grecia, determinó que el fragmento correspondía a un canalón de mármol con ornamentaciones vegetales procedente del monte Himeto. El hallazgo no solo enriqueció la investigación sobre los primeros templos de la Acrópolis, sino que también aportó un ejemplo concreto de cómo piezas de alto valor histórico pueden permanecer ocultas en colecciones privadas durante décadas.
El gesto de Tosti-Croce fue valorado por el Gobierno griego como un acto de honor y responsabilidad cultural. Atenas envió una carta oficial de agradecimiento y destacó que su decisión podría motivar a otros ciudadanos en distintas partes del mundo a devolver piezas similares, contribuyendo así a la preservación del patrimonio universal.
La noticia tuvo amplia cobertura internacional y en Chile fue recibida con asombro. Medios locales recordaron que el fragmento había permanecido durante 95 años en el comedor familiar, pasando inadvertido para generaciones. En palabras de su dueño: “Era un adorno más en la casa. Solo después entendí que era parte de la historia de la humanidad”.
Como parte del reconocimiento, el próximo 4 de noviembre, en el Teatro de Carabineros en Santiago, se celebrará un concierto homenaje a artistas griegos en el que Tosti-Croce será distinguido públicamente. La embajada griega en Chile subrayó que el gesto constituye un ejemplo inspirador de cooperación cultural entre pueblos.
La devolución de este fragmento del Hecatompedón muestra cómo un acto individual puede trascender fronteras y convertirse en símbolo de respeto histórico. Aunque pequeño en dimensiones, el mármol recuperado pone en evidencia la importancia de la ética personal en la conservación del patrimonio común.
En un momento en que Grecia mantiene disputas con el Reino Unido y otros países por piezas arqueológicas extraídas en épocas coloniales, la decisión de un ciudadano chileno marca un contraste notable: la voluntad de restituir lo ajeno sin presiones diplomáticas. Es un recordatorio de que la memoria cultural no solo pertenece a los Estados, sino también a quienes deciden preservarla.