Lisboa vive horas de conmoción tras el accidente mortal del funicular Gloria, uno de los símbolos más reconocibles de la capital portuguesa. El miércoles 3 de septiembre, cerca de las 18:00 horas, uno de sus coches se precipitó fuera de control por la empinada colina, se salió de los rieles y chocó violentamente contra un edificio. El impacto provocó la muerte de 16 personas y heridas en al menos 21 pasajeros, entre ellos turistas extranjeros, incluyendo una familia alemana.
Las autoridades decretaron un día de luto nacional y ordenaron inspecciones inmediatas en todas las líneas de funiculares de Lisboa. Banderas a media asta y homenajes espontáneos marcaron la jornada posterior al accidente, en la que miles de ciudadanos expresaron su dolor y solidaridad con las víctimas. El primer ministro Luís Montenegro calificó lo sucedido como “una de las mayores tragedias urbanas de la historia reciente de Portugal”.
El gobierno abrió una investigación liderada por la Oficina para la Prevención e Investigación de Accidentes Ferroviarios, en coordinación con la empresa operadora Carris. Aunque el operador defendió que se habían cumplido todos los protocolos de mantenimiento, sindicatos de trabajadores denunciaron que existían advertencias sobre problemas de tensión en el cable que podrían haber comprometido los frenos del funicular.
El contraste entre las denuncias sindicales y las versiones oficiales plantea interrogantes sobre la eficacia del control de seguridad en un sistema que transporta a más de tres millones de pasajeros al año. La pesquisa busca determinar si hubo negligencia, fallas técnicas o responsabilidad en la externalización del mantenimiento en años recientes.
El Ascensor da Glória, inaugurado en 1885, no solo es un medio de transporte urbano, sino también un monumento nacional y un atractivo turístico fundamental de Lisboa. Conecta la plaza Restauradores con el barrio Alto a lo largo de 265 metros y, hasta el accidente, funcionaba de manera casi ininterrumpida.
Sin embargo, su historial incluye incidentes previos. En 2018 se registró un descarrilamiento sin víctimas, lo que ya había puesto de relieve los desafíos de mantener operativo un sistema centenario en condiciones modernas de seguridad. El nuevo accidente profundiza las dudas sobre la compatibilidad entre patrimonio histórico y estándares de transporte actual.
El gobierno deberá enfrentar ahora no solo la investigación judicial, sino también la presión social por garantizar que tragedias como esta no se repitan. La externalización del mantenimiento y la aparente falta de respuesta a las advertencias sindicales ponen en jaque la credibilidad de las autoridades.
En paralelo, la tragedia impacta en la imagen turística de Lisboa, una ciudad que en gran medida vive de sus atractivos históricos. La recuperación de la confianza será un proceso largo, que dependerá de la transparencia de la investigación y de la rapidez con la que se implementen medidas correctivas.
🇵🇹Luto en Portugal🇵🇹
— Luis Guillermo Hernández (@luisghernan) September 4, 2025
El histórico Funicular de Gloria, una de las atracciones turísticas más hermosas de Lisboa, sufrió un terrible accidente que ha dejado hasta el momento 17 personas muertas y 20 heridas
El tren perdió vía y bajó a gran velocidad hasta estrellarse contra un… pic.twitter.com/KYZMjFtjDd
El choque del funicular Gloria no es solo un accidente de transporte, sino una herida en el corazón de Lisboa. La pérdida de vidas humanas y la destrucción de uno de sus símbolos abren un debate profundo sobre cómo conservar el patrimonio histórico sin sacrificar la seguridad ciudadana. El desenlace de la investigación definirá si Portugal logra dar un giro hacia políticas de prevención más rigurosas o si, por el contrario, el episodio quedará como un símbolo de negligencia evitable.