08/09/2025 - Edición Nº944

Internacionales

Crisis ética

Gustavo Petro en la mira: las prácticas cuestionadas en su Gobierno

05/09/2025 | Escándalos en la Corte Constitucional y en el Gobierno de Petro revelan cómo el oportunismo político erosiona la confianza ciudadana.



En Colombia, la política atraviesa un momento en el que la ética parece ser un lujo reservado para los discursos, pero no para la práctica. Los recientes episodios en torno a la elección de un magistrado de la Corte Constitucional y la designación de altos cargos en el Gobierno han puesto en evidencia que, aunque la derecha mantiene vicios históricos, es la izquierda en el poder la que repite y normaliza esas prácticas, desdibujando su promesa de cambio.

Lo que podría haber sido una oportunidad para fortalecer la democracia y reconocer trayectorias meritocráticas terminó transformándose en un reflejo de cómo el petrismo negocia puestos en función de lealtades y favores. Así, se consolida un patrón en el que las instituciones se convierten en moneda de cambio, debilitando aún más la legitimidad de quienes las dirigen.

El caso de la Corte Constitucional

La elección de un nuevo magistrado puso en el centro del debate a María Patricia Balanta, una jurista que ascendió por méritos académicos y profesionales. Su candidatura era vista como un ejemplo de independencia, pero fue desechada porque sectores opositores consideraban que, al llegar con apoyo oficialista, terminaría debiéndole al presidente Gustavo Petro.

El resultado fue la llegada de Carlos Camargo, señalado de haber construido su camino a través de favores políticos, contratos y nombramientos estratégicos. Sin embargo, la derrota más significativa fue para el petrismo, que mostró su incapacidad para imponer una opción meritocrática, quedando en evidencia que su discurso de renovación no se traduce en hechos.

Nepotismo disfrazado de política

El caso de Camargo no es aislado. En el mismo escenario surgió la polémica en torno a Juliana Guerrero, viceministra de Juventud del Gobierno Petro, cuya hoja de vida fue modificada de forma sospechosa para incluir un título académico exprés que le permitió cumplir los requisitos del cargo. Una maniobra que dejó más preguntas que respuestas sobre la transparencia del proceso.

Este episodio confirmó que el nepotismo y la manipulación burocrática ya no son patrimonio exclusivo de la derecha. El Gobierno de Petro, que prometía regenerar la política, ha caído en la misma lógica de ubicar personas de confianza en posiciones clave, aunque eso signifique forzar las reglas y degradar la institucionalidad.

La política como espejo

Lo que une hoy a los extremos políticos no es una visión compartida de país, sino la normalización de la falta de ética. Sin embargo, cuando la izquierda en el poder repite las viejas prácticas que criticaba, la desconfianza ciudadana crece aún más, pues se evidencia que el cambio prometido no existe.

Este panorama erosiona la credibilidad de la democracia y alimenta el desencanto social. La idea de que el petrismo se comporta igual que sus adversarios refuerza la percepción de que la política no es un espacio de servicio público, sino un campo de batalla donde se disputan privilegios y cuotas de poder.

Consecuencias para la democracia

La ausencia de ética en la toma de decisiones debilita los contrapesos institucionales y abre la puerta a la arbitrariedad. En lugar de consolidar la independencia de organismos como la Corte Constitucional, se afianzan estructuras que responden a intereses partidistas antes que al bien común.

De mantenerse esta dinámica, Colombia corre el riesgo de consolidar un sistema donde la alternancia ideológica no modifique las prácticas de fondo. La desafección ciudadana hacia la política formal puede crecer hasta niveles difíciles de revertir, con consecuencias graves para la estabilidad democrática.

Un mal gobierno 

La coyuntura colombiana demuestra que la izquierda en el poder no ha logrado diferenciarse de sus adversarios. El petrismo, que llegó con la bandera del cambio, ha terminado repitiendo los mismos métodos de clientelismo y manipulación que denunciaba. La diferencia radica solo en el discurso, no en los hechos.

El desafío para el país será romper este círculo vicioso. Sin un compromiso real con la transparencia y la meritocracia, la política seguirá atrapada en un juego de espejos donde todos señalan al adversario mientras repiten las mismas prácticas que critican.