
India atraviesa un momento clave en su política exterior. Las tensiones con Estados Unidos, derivadas de aranceles del 50% y sanciones vinculadas a la compra de petróleo ruso, marcaron un quiebre en la relación bilateral. Lo que para Washington es una medida de presión comercial, para Nueva Delhi se convirtió en una oportunidad para reafirmar su independencia en un mundo multipolar.
El primer viaje de Narendra Modi a China en siete años, en el marco de la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO), fue interpretado como una señal de acercamiento a Pekín. Sin embargo, más que un alineamiento definitivo, se trata de un recalibramiento estratégico para diversificar relaciones y reducir la dependencia de Washington en un contexto de crecientes tensiones globales.
Lejos de aceptar la narrativa de que India “ha caído en los brazos de China”, el gobierno indio sostiene una estrategia de autonomía estratégica, un principio que hunde sus raíces en el histórico Movimiento de Países No Alineados. En la práctica, esto se traduce en vínculos simultáneos con Estados Unidos, Rusia, China y los BRICS, cada uno orientado a objetivos distintos.
Con Washington, la cooperación militar sigue activa, como demuestra el ejercicio naval Tiger Triumph 2025. Con Pekín, se busca reducir tensiones en la frontera y reactivar relaciones económicas. Con Moscú, India mantiene su dependencia energética y acuerdos de defensa. El resultado es un entramado flexible que prioriza los intereses nacionales por sobre las alianzas ideológicas.
El giro reciente se aceleró cuando Donald Trump decidió imponer aranceles masivos a las exportaciones indias, una medida que afectó sectores estratégicos y golpeó duramente la economía del país. Nueva Delhi respondió con firmeza, calificando la política estadounidense como injusta e inaceptable. Al mismo tiempo, reforzó su mensaje de que no cederá su autonomía energética, incluso frente a sanciones relacionadas con el petróleo ruso.
Esta coyuntura alimentó la percepción de que la política exterior de Washington está debilitando sus propios vínculos en Asia, mientras abre espacio para que China y Rusia capitalicen el malestar indio. En este escenario, Modi aprovecha para proyectar una imagen de liderazgo firme y pragmático.
El lugar que ocupa India en el tablero global se ha convertido en un punto de referencia obligado. Su participación activa en cumbres del BRICS, la SCO y el Quad refleja la voluntad de no depender de un solo eje de poder. A la vez, programas como el lanzamiento del sistema de defensa Mission Sudarshan Chakra demuestran la intención de reforzar la autonomía militar frente a amenazas regionales.
La estrategia india combina pragmatismo y ambición: se acerca a China cuando es necesario, mantiene lazos históricos con Rusia y no abandona la cooperación con Estados Unidos. Todo ello mientras construye sus propias capacidades de defensa y consolida un papel de potencia emergente con voz propia.
After the proceedings at the SCO Summit venue, President Putin and I travelled together to the venue of our bilateral meeting. Conversations with him are always insightful. pic.twitter.com/oYZVGDLxtc
— Narendra Modi (@narendramodi) September 1, 2025
India no se ha rendido a ningún bloque. Por el contrario, está consolidando una diplomacia equilibrista que le permite negociar con las grandes potencias sin perder independencia. La crisis con Washington es un recordatorio de que, en el nuevo orden mundial, incluso los aliados estratégicos pueden convertirse en adversarios circunstanciales.
La clave del futuro indio será sostener este delicado equilibrio, aprovechando las tensiones entre las superpotencias para maximizar beneficios propios. En un mundo de bloques enfrentados, Nueva Delhi busca ser el jugador que no se deja encasillar, y esa puede ser su mayor fortaleza.