
En los últimos años, la noción de Sur Global ha ganado espacio en el debate académico, político y mediático. Aunque a menudo se presenta como sinónimo de países en desarrollo o de antiguas periferias coloniales, en realidad se trata de un concepto más amplio y complejo, cargado de connotaciones históricas, económicas y simbólicas.
El término nació como alternativa al despectivo “Tercer Mundo” de la Guerra Fría. Mientras esa etiqueta remitía a la exclusión del bloque occidental y socialista, el Sur Global pretende expresar una identidad política distinta: la de los países que, desde posiciones de dependencia y desigualdad, buscan una voz propia frente al poder del llamado Norte Global, representado por Estados Unidos, Europa y Japón.
Hablar de Sur Global no implica señalar una región geográfica precisa. India, Brasil y Sudáfrica pueden compartir espacio con Bolivia, Senegal o Laos bajo esta categoría, no por su proximidad, sino por la experiencia común de colonialismo, desigualdad estructural y subordinación en el sistema internacional. Es una identidad heterogénea, donde conviven potencias emergentes y Estados frágiles.
A la vez, la categoría funciona como un símbolo de resistencia. Utilizarla es una forma de visibilizar las asimetrías globales, de señalar cómo el comercio, la deuda y la tecnología siguen concentrados en el Norte, mientras el Sur aporta materias primas y enfrenta brechas persistentes.
Lejos de ser un concepto abstracto, el Sur Global se materializa en iniciativas como los BRICS, la Unión Africana o la CELAC, espacios donde países tradicionalmente marginados intentan articular posiciones comunes frente a los centros de poder. La búsqueda de un orden multipolar encuentra en esta categoría una bandera discursiva que permite proyectar influencia y disputar reglas.
Sin embargo, también existen tensiones internas. India y Brasil no comparten los mismos intereses que Bolivia o Senegal, y los proyectos de integración muchas veces tropiezan con rivalidades históricas, desigualdades de poder y agendas divergentes.
El Sur Global no debe confundirse con un bloque compacto ni con una identidad unificada. Es más bien un espacio en disputa, un término que refleja tanto las persistencias de la dependencia como las nuevas oportunidades que se abren en el siglo XXI.
Analistas advierten que su uso corre el riesgo de simplificar una realidad muy diversa, pero al mismo tiempo, reconocen que ofrece una categoría útil para visibilizar desigualdades y replantear el lugar de cada país en la política mundial.
Contundente imagen de que está naciendo un nuevo mundo post-occidental (no anti-occidental como dicen por acá), con centro en Eurasia y protagonizado por los poderes emergentes y el Sur Global pic.twitter.com/4U14GretMX
— Gabriel Merino (@gabrielmerino1) September 4, 2025
En definitiva, hablar de Sur Global es reconocer que el orden internacional sigue marcado por jerarquías históricas, pero también que las periferias buscan espacios de protagonismo. No es un bloque geográfico ni una identidad cerrada, sino un marco político y crítico para pensar el presente y el futuro del poder global.