
La designación de Shabana Mahmood como ministra del Interior en el gobierno británico ha desatado una fuerte polémica. Sus recientes declaraciones, en las que afirmó que su fe islámica es “el motor absoluto” de todo lo que hace, han generado preocupación en amplios sectores de la sociedad. Para muchos, su nombramiento representa un peligroso cruce entre convicciones religiosas personales y la responsabilidad de garantizar políticas públicas neutrales.
El Home Office es una de las carteras más sensibles del Reino Unido. Tiene bajo su control temas de inmigración, seguridad nacional, sistema policial y políticas de asilo. En un contexto marcado por el terrorismo, la presión migratoria y el debate sobre derechos humanos, que la nueva ministra coloque su religión por encima de otros criterios despierta legítimas dudas sobre su capacidad para separar lo personal de lo institucional.
La decisión del primer ministro Keir Starmer de nombrar a Mahmood podría convertirse en un grave error estratégico. Si bien la designación fue presentada como un gesto hacia la diversidad y la inclusión, sus palabras ponen en entredicho la neutralidad laica del Estado británico. El riesgo es que el gobierno se vea acusado de permitir que decisiones de seguridad y justicia estén influenciadas por la fe de una ministra en lugar de por criterios técnicos y objetivos.
La controversia se agrava porque no se trata de una opinión casual: Mahmood insistió en que su fe guía cada aspecto de su vida. Esto abre la puerta a cuestionamientos sobre hasta qué punto podrá garantizar imparcialidad en asuntos donde las convicciones religiosas puedan entrar en conflicto con las obligaciones del cargo.
El Reino Unido tiene una larga tradición de separar las creencias personales de la gestión pública. Si bien todos los ciudadanos tienen derecho a su fe, otra cosa es que un alto funcionario afirme que su religión define sus decisiones políticas. En un país diverso y multicultural, declaraciones de este tipo pueden interpretarse como una amenaza a la imparcialidad del Estado y a la confianza ciudadana en las instituciones.
La reacción pública ha sido clara: mientras algunos celebran la diversidad, muchos británicos perciben un riesgo real de que las convicciones religiosas influyan en políticas clave. Para una cartera tan delicada como el Home Office, esa percepción de sesgo es profundamente dañina.
This is the new Home Secretary of the UK, Shabana Mahmood
— Basil the Great (@Basil_TGMD) September 5, 2025
"Islam, my own religion, like a lot of practicing Muslims my faith is the most important thing in my life. It is the absolute driver of everything that I do."
We're screwed. pic.twitter.com/VEgJCzig6T
El nombramiento de Shabana Mahmood refleja una apuesta política mal calculada. En lugar de fortalecer la confianza en el gobierno, abre un flanco de críticas sobre la falta de neutralidad y el posible predominio de la religión sobre el Estado. La diversidad en el gabinete no debería lograrse a costa de la imparcialidad institucional.
Si el Reino Unido quiere preservar la credibilidad de sus instituciones, necesita ministros que garanticen decisiones basadas en evidencia, técnica y justicia, no en convicciones personales absolutas. Con Mahmood al frente del Home Office, ese principio fundamental queda en entredicho.