
Las banderas son mucho más que un trozo de tela. Representan luchas, identidades y relatos colectivos que se mantienen vivos a lo largo de los siglos. Aunque muchas naciones cambiaron varias veces su símbolo patrio, algunas conservan diseños que surgieron en momentos cruciales y que, con mínimas variaciones, siguen vigentes hasta hoy.
La más antigua es la de Dinamarca, llamada Dannebrog. Su origen legendario se remonta a 1219, cuando, según la tradición, cayó del cielo durante una batalla. Fue adoptada oficialmente en 1625 y se mantuvo casi sin cambios: fondo rojo con una cruz blanca que inspiró luego a otros países nórdicos.
En Países Bajos, la bandera actual fue reconocida en 1660. Nació como insignia de las Provincias Unidas en su lucha contra España. El diseño original era naranja, blanco y azul, pero el naranja se sustituyó por el rojo en el siglo XVII para lograr mayor visibilidad en el mar, quedando como la conocemos hoy.
El Reino Unido adoptó en 1801 la famosa Union Jack, tras la unión con Irlanda. Combina la cruz de San Jorge (Inglaterra), la de San Andrés (Escocia) y la de San Patricio (Irlanda). Ha tenido variantes anteriores, como la de 1606, cuando todavía no incluía el rojo irlandés. El nombre oficial de la bandera es Union Flag, pero el término Jack se popularizó porque así se llamaba a las banderas que se izaban en la proa de los barcos británicos. Con el tiempo, el uso naval extendió el apodo a nivel mundial, hasta convertirse en el nombre más común.
En Argentina, Manuel Belgrano creó la bandera en 1812 durante la guerra de independencia. El diseño original celeste y blanco fue oficializado en 1816. El Sol de Mayo, inspirado en símbolos incaicos y revolucionarios, se agregó en 1818.
La de Chile se estrenó en 1817 tras la victoria en Chacabuco contra las tropas realistas. Se la conoce como la “Estrella Solitaria”, en referencia a la estrella blanca que representa la guía hacia un futuro libre: azul por el cielo, blanco por la cordillera y rojo por la sangre derramada. Algunos historiadores la vinculan con la estrella de Arauco, símbolo mapuche. Reemplazó a una primera versión de 1812 que era completamente distinta.
La bandera de Perú surgió en 1825, pocos años después de la independencia liderada por San Martín y Bolívar. Su tricolor rojo y blanco se inspiró en los colores de los incas y de las aves de la región. Desde entonces, solo ha variado en el escudo que la acompaña en las versiones oficiales.
En Uruguay, el pabellón fue aprobado en 1828. Al principio tenía nueve franjas, pero en 1830 se amplió a diecisiete y, en 1831, se redujo a las actuales nueve, en representación de los departamentos del país. El Sol de Mayo es similar al de Argentina, como símbolo de raíces compartidas.
La bandera de Francia nació en 1830 con la Revolución de Julio, aunque su tricolor de azul, blanco y rojo ya había sido emblema de la Revolución Francesa en 1789. Simboliza los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, y reemplazó al estandarte borbónico.
En el norte de África, la bandera de Túnez fue adoptada en 1831 bajo el bey Hassine I, inspirada en la otomana. Sobre el rojo se distingue un círculo blanco con la media luna y la estrella islámica. Sufrió pequeñas modificaciones, pero se mantuvo como emblema nacional hasta la actualidad.
Finalmente, la de Bélgica surgió en 1831 tras su independencia del Reino de los Países Bajos. Al principio era horizontal, pero poco después adoptó el diseño vertical negro, amarillo y rojo, inspirado en el escudo del ducado de Brabante.
En conjunto, estas diez banderas muestran cómo los símbolos nacionales nacen en medio de guerras, revoluciones o independencias, y logran trascender el paso del tiempo para seguir representando la identidad de sus pueblos.