
Noruega celebró este 8 de septiembre unas elecciones parlamentarias altamente reñidas, donde el bloque de centroizquierda liderado por el Partido Laborista del primer ministro Jonas Gahr Støre aparece como el favorito, aunque con una mayoría más ajustada que en 2021. Según proyecciones iniciales, el oficialismo alcanzaría unos 88 escaños, apenas tres por encima del umbral necesario para formar gobierno.
En contraste, el bloque de derecha, integrado por el Partido Conservador y el Partido del Progreso, sumaría alrededor de 81 escaños. El avance de la derecha se convirtió en uno de los elementos más destacados de la jornada, reflejando una transformación del escenario político que algunos analistas comparan con la "MAGA-ficación" observada en Estados Unidos.
Uno de los temas más discutidos de la campaña fue el impuesto a la riqueza, que en Noruega equivale al 1,1 % sobre los activos netos más altos. Mientras la izquierda defiende este tributo como una herramienta de redistribución para garantizar igualdad, la derecha lo considera un obstáculo para el emprendimiento y la inversión. La propuesta se convirtió en un símbolo de las dos visiones enfrentadas sobre el modelo económico del país.
El debate sobre este impuesto también evidenció una brecha ideológica profunda, donde se enfrentan quienes buscan reforzar el modelo de bienestar social y quienes reclaman una reducción del tamaño del Estado. La controversia no solo marcó el tono de la campaña, sino que también reflejó las tensiones subyacentes en una sociedad que debe decidir cómo administrar su prosperidad de manera sostenible.
Noruega cuenta con uno de los fondos soberanos más grandes del mundo, alimentado por los ingresos del petróleo y gas. Sin embargo, la bonanza económica no ha evitado que surjan inquietudes sobre estancamiento, desigualdad y sostenibilidad a largo plazo. La pregunta central es si un país tan rico puede mantenerse competitivo y adaptarse a las transformaciones globales.
Algunos expertos advierten sobre la posible "enfermedad noruega": la paradoja de un país demasiado próspero que, en lugar de diversificar su economía, queda atrapado en la dependencia de un recurso que no garantiza estabilidad futura. Estas preocupaciones se intensifican en un contexto de tensiones internacionales que añaden presión a la economía local.
The #Norway General Election is taking place this weekend but schools also held their mock elections & the results are in.
— Mr Pål Christiansen (@TheNorskaPaul) September 3, 2025
Winners are our Conservative parties:
Fremskrittspartiet - 26%💙
Høyre - 19.7%🩵😃
Biggest loser is Labor:
Arbeiderparti - 17.1%🔻
If this result was… pic.twitter.com/KQTCwp4Emx
Los resultados finales aún deben consolidarse, pero todo indica que el nuevo Storting (Parlamento noruego) será más fragmentado y competitivo que en años anteriores. La centroizquierda, aunque conserva la delantera, dependerá de acuerdos delicados con sus aliados, lo que puede complicar la aprobación de reformas estructurales.
Al mismo tiempo, la derecha populista ha logrado instalarse como un actor central en el debate político, con un discurso que conecta con sectores descontentos. Esta dinámica plantea desafíos para la gobernabilidad, que podría verse entorpecida por un Parlamento dividido y altamente polarizado.
NRK (Norway’s BBC) has been pretending the leader of the most right-wing party - in Parliament- doesn’t exist. At least when it comes to being a potential prime minister. Sylvi Listhaug (photo) leads Fremskrittspartiet (The Progress Party), a party that’s to the right of the… pic.twitter.com/UpJBJt34zY
— Andreas (@norwegianesc) July 22, 2025
Las elecciones noruegas de 2025 confirman un país próspero, pero profundamente dividido en términos políticos. La leve ventaja laborista ofrece continuidad, aunque debilitada, frente a una derecha que gana músculo con un discurso populista y liberal en lo económico. La gobernabilidad dependerá de la capacidad de los partidos para alcanzar consensos mínimos.
La incógnita ahora es si la tradición de diálogo noruego podrá imponerse a la polarización. En un escenario marcado por tensiones ideológicas, el futuro del país dependerá de mantener un equilibrio entre la riqueza material y la cohesión social necesaria para sostener un modelo de bienestar inclusivo.