
El secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, realizó este lunes una visita no anunciada a Puerto Rico, acompañado por el jefe del Estado Mayor Conjunto, general Dan Caine. La llegada de las máximas autoridades del Pentágono se produce en un momento marcado por el despliegue de 10 cazas F‑35 y el arribo del portaaviones USS Iwo Jima al Caribe, en el marco de un refuerzo militar que busca contener tanto el narcotráfico como la influencia de actores regionales adversos.
La gobernadora Jenniffer González recibió a la delegación y agradeció el apoyo de la administración Trump, subrayando que “Puerto Rico es la frontera de Estados Unidos en el Caribe”. Para la mandataria local, la presencia de tropas y recursos militares refuerza la seguridad de la isla y la coloca en el centro de la estrategia nacional contra el crimen organizado.
La visita tiene como trasfondo las crecientes tensiones con Venezuela, luego de que fuerzas estadounidenses atacaran una embarcación vinculada al crimen organizado venezolano, en una operación que Caracas calificó de provocación. Además, se reportaron vuelos de aviones venezolanos sobre fragatas norteamericanas, lo que ha elevado el nivel de fricción en la región.
Washington sostiene que su prioridad es frenar el tráfico de drogas en el Caribe, aunque analistas señalan que el despliegue también responde a una política de contención frente al gobierno de Nicolás Maduro. Para los críticos, la estrategia expone a Puerto Rico como un punto de vulnerabilidad en un conflicto mayor.
Si bien sectores del gobierno local celebran el respaldo de Washington, no todos los actores sociales comparten ese entusiasmo. Organizaciones civiles y académicos han advertido sobre el riesgo de una creciente militarización de la isla, utilizada como plataforma en conflictos que no responden a los intereses directos de la población puertorriqueña.
Las críticas señalan que, aunque el entrenamiento de Marines en la isla no es nuevo, el contexto actual es distinto: la combinación de despliegues aéreos, navales y presencia de altos mandos genera la percepción de que Puerto Rico se convierte en una base avanzada de operaciones.
. @SECWAR aboard the USS Iwo Jima, addressing America’s WARRIORS:
— DOW Rapid Response (@DOWResponse) September 8, 2025
“What you’re doing right now is NOT training.
This is a REAL-WORLD EXERCISE on behalf of the vital national interests of the United States of America—to end the POISONING of the American people.” pic.twitter.com/euQHFPsIll
El Pentágono asegura que la cooperación con la isla es clave para reforzar la seguridad regional. Según fuentes militares, las nuevas operaciones buscan garantizar rutas marítimas seguras y cortar el suministro financiero a los cárteles. La administración de Trump, por su parte, presenta la acción como parte de su compromiso de “tolerancia cero con el narcotráfico”.
Sin embargo, observadores señalan que la estrategia va más allá de los cárteles. La intensificación de maniobras en el Caribe coincide con ejercicios de disuasión hacia gobiernos considerados hostiles y con la necesidad de mostrar fuerza en un contexto de inestabilidad global.
Welcome aboard the USS Iwo Jima @SecWar pic.twitter.com/hx42HBSFez
— DOW Rapid Response (@DOWResponse) September 8, 2025
La presencia reforzada de EE.UU. en Puerto Rico tiene efectos inmediatos en la política regional. Mientras algunos gobiernos aliados respaldan la iniciativa, otros consideran que se trata de una acción unilateral que incrementa el riesgo de confrontación. Para el Caribe, la llegada de buques de guerra y aviones de combate significa una nueva fase de incertidumbre.
En definitiva, la visita de Hegseth a Puerto Rico no solo marca un hito militar, sino también político. Coloca a la isla en el centro de la disputa geoestratégica entre Washington y Caracas, mientras despierta debates internos sobre la soberanía, la seguridad y el rol que Puerto Rico debe desempeñar en el tablero internacional.