
La crisis política tras la paliza electoral en la provincia de Buenos Aires dejó una conclusión clara: manda Karina Milei. La secretaria general de la Presidencia frenó a su hermano y descartó cualquier modificación en el gabinete, incluso cuando la caída de Lule Menem parecía inevitable. Con una frase seca -“Yo no entrego a mi gente, sigo con ellos hasta el final”- cerró la discusión interna.
El vocero Manuel Adorni intentó mostrar orden con un anuncio: la creación de una “mesa política” y una convocatoria a los gobernadores. Sin embargo, se trataba de una estructura ya existente, que desde hace meses reúne a Milei, su hermana, Guillermo Francos, Santiago Caputo, Patricia Bullrich, Martín Menem y el propio Adorni. La reacción fue inmediata: el gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, tardó menos de una hora en rechazar la invitación a través de sus redes.
La gente viene hablando fuerte y claro.
— Maximiliano Pullaro (@maxipullaro) September 8, 2025
El gobierno sigue sin escuchar, paralizado.
Hay que dejar atrás el pasado, lleno de fracasos y frustraciones. Enfrentar ya los graves problemas del presente, porque en las casas de nuestra gente todo apremia.
Y plantarse de cara al…
El golpe en las urnas no sólo expuso debilidad política: también se trasladó al frente económico. Como admitió un funcionario del área, “Javier tiene 72 horas para hacer los cambios, después nos lleva puesto el mercado”. El lunes posterior a la elección fue un día negro para las acciones y los bonos argentinos, lo que aceleró las presiones para un giro que nunca llegó.
Dentro del oficialismo, la figura más afectada fue Santiago Caputo, cerebro comunicacional del proyecto libertario. Tenía listo un plan de “unidad nacional” que incluía el desembarco de dirigentes del PRO y del peronismo antikirchnerista. El objetivo era recomponer poder político y desplazar a los Menem, algo que la resistencia de Karina bloqueó por completo.
El método elegido recuerda a las crisis del macrismo: reuniones masivas de funcionarios para dar imagen de acción, pero sin resolver el fondo del problema. El propio oficialismo ironizó con el mote de “la Mesa con Hambre”, en alusión a la falta de respuestas frente a la inflación y la pérdida del poder adquisitivo. El presidente quedó nuevamente prisionero de las decisiones de su hermana.
La tensión se agrava por las internas silenciosas contra los consultores que orbitan Olivos. En el Gobierno hay bronca con un encuestador que habría convencido a Milei de que existía un empate técnico con el peronismo, diagnóstico que se desmoronó en las urnas. La desconfianza hacia los asesores crece, pero por ahora el verdadero poder sigue concentrado en un núcleo pequeño y cerrado: el que comanda Karina Milei.