
El bombardeo llevado a cabo por Israel en Doha, la capital de Qatar, ha sido calificado por el gobierno qatarí como el hecho que “mató cualquier esperanza” de liberar a los rehenes que aún permanecen en la Franja de Gaza. Durante esa ofensiva aérea murieron al menos seis personas, entre ellas cinco miembros de Hamás y un policía qatarí. El ataque ocurrió mientras una delegación de Hamás evaluaba la última propuesta de alto el fuego, impulsada por Estados Unidos.
Qatar ha sido históricamente un mediador clave en los conflictos entre Israel y Palestina, trabajando junto con Egipto y otras potencias para facilitar acuerdos humanitarios y el intercambio de prisioneros. Este ataque pone en duda su rol y la confianza en que se pueda alcanzar una tregua.
Se estima que aún quedan decenas de rehenes en Gaza, y su liberación depende directamente del éxito de las negociaciones internacionales. Tras este incidente, Qatar sostiene que ese camino está prácticamente cerrado. El país calificó el bombardeo como “terrorismo de Estado” y exige responsabilidad internacional.
El conflicto actual tiene raíces profundas: tras la creación del Estado de Israel en 1948 y las sucesivas guerras árabe-israelíes, las tensiones en Gaza se han mantenido, con bloqueos, ataques y ciclos de violencia recurrentes. La guerra más reciente se desencadenó tras un ataque de Hamás a territorio israelí en 2023, que provocó la muerte de civiles y el secuestro de personas, lo que dio lugar a la respuesta militar israelí en Gaza, dejando miles de víctimas y un panorama humanitario crítico.
El bombardeo en Doha no solo afecta la negociación por los rehenes, sino que genera preocupación en toda la región, donde países árabes han expresado solidaridad con Qatar y analizan medidas diplomáticas colectivas para evitar una escalada mayor. Las consecuencias podrían redefinir el equilibrio de poder y la posibilidad de nuevos acuerdos de paz en Medio Oriente.