
La prolongada crisis energética en Cuba ha dejado de ser un problema técnico para convertirse en un símbolo de la incapacidad gubernamental. Una reciente consulta en línea muestra que la inmensa mayoría de los cubanos considera que el régimen debería entregar el poder al no poder garantizar un servicio eléctrico estable, básico para la vida cotidiana y la economía.
La encuesta, realizada en la página de Facebook de un medio digital independiente, reunió cerca de 6.000 participaciones. Los resultados fueron contundentes: un 83% de los votantes expresó que la única salida viable es la renuncia de las autoridades actuales, reflejando un rechazo cada vez más abierto a la continuidad del sistema.
Aunque se ofrecieron alternativas, como permitir inversiones privadas para modernizar el sistema o solicitar ayuda internacional, estas apenas concentraron apoyos. Poco más de 500 personas apostaron por la inversión extranjera y menos de 450 consideraron que el gobierno debería reconocer su fracaso y pedir colaboración externa. En contraste, ningún participante confió en que los llamados “inventos” o medidas improvisadas pudieran resolver el colapso eléctrico.
El resultado revela una creciente desconfianza ciudadana hacia cualquier solución que emane de las estructuras oficiales. Para muchos encuestados, las fallas de la red eléctrica son solo la manifestación más visible de un deterioro más profundo, que incluye el desabastecimiento de alimentos, el colapso de la salud pública y la precariedad salarial.
Los comentarios recopilados en la misma publicación dan cuenta de un estado de ánimo marcado por la frustración, la ironía y el desencanto. Frases como “ni en cien años arreglan lo destruido” o “los apagones son la prueba de que no queda país” ilustran la percepción de una crisis sin salida dentro del marco actual.
El malestar se amplifica en los sectores más jóvenes. Una parte considerable de la población de entre 18 y 30 años, según otros estudios independientes, manifiesta niveles mínimos de aprobación hacia el desempeño gubernamental, lo que sugiere una desconexión generacional cada vez más pronunciada.
El Observatorio Cubano de Derechos Humanos ha confirmado con cifras esta percepción de colapso. Su más reciente informe revela que un 92% de la ciudadanía desaprueba la gestión del gobierno, mientras apenas un 5% la respalda. En el caso de los jóvenes, el apoyo no supera el 3,4%, un dato que desnuda la falta de credibilidad entre quienes representan el futuro del país.
Además, el organismo advierte que la extrema pobreza alcanza al 89% de los cubanos, lo que convierte la crisis energética en una pieza más de un entramado de precariedades que afecta a casi todos los ámbitos de la vida social. A esto se suma que más de tres cuartas partes de la población expresa su deseo de emigrar.
Para analistas independientes, el colapso eléctrico es solo el detonante más reciente de un malestar acumulado por décadas. La población no percibe capacidad de reforma ni voluntad de rectificación, y ello refuerza la idea de que la salida pasa por un relevo político y no por ajustes parciales.
Los apagones, que en el pasado fueron tolerados como coyunturales, se han convertido en el emblema de un Estado que no logra sostener ni siquiera los servicios esenciales. Ese desgaste ha dado paso a una demanda más radical: el fin de un modelo que muchos consideran agotado.
#Cuba 🇨🇺
— Mayra Dominguez (@MayraDo57466678) July 19, 2025
Tres meses sin agua, si como lo lee.
Madres cierran la calle en protesta. pic.twitter.com/qefhzt2wZ9
El resultado de la consulta virtual no tiene valor estadístico nacional, pero sí evidencia un cambio de clima político. El hartazgo ciudadano ya no se limita a quejas sobre el transporte, la comida o la luz: se traduce en un rechazo abierto al régimen en su conjunto.
Si bien no hay señales de que el gobierno considere una transición, la percepción generalizada de fracaso erosiona su legitimidad y alimenta la presión social. En un escenario de crisis multidimensional, cada apagón se convierte en un recordatorio de que la paciencia colectiva está al límite.