14/09/2025 - Edición Nº950

Internacionales

Afganistán en crisis

Kabul en crisis: la realidad que viven millones tras el regreso talibán

14/09/2025 | Cuatro años después del regreso talibán, la capital afgana enfrenta pobreza extrema, restricciones a mujeres y aislamiento internacional.



Kabul ya no es la ciudad que fue en los años posteriores a la intervención internacional. Cuatro años después de que los talibanes retomaran el poder, la capital afgana vive una realidad marcada por la desilusión, la pobreza y la represión. Lejos de la promesa de estabilidad, la vida cotidiana se ha convertido en un desafío para millones de personas, atrapadas entre el hambre, la falta de empleo y las restricciones impuestas por un gobierno que concentra el poder sin contrapesos.

El Tratado de Doha de 2020 parecía abrir la puerta a un proceso de paz más amplio, pero en la práctica dejó fuera a buena parte de la sociedad afgana y debilitó al Estado. La caída de Kabul evidenció la fragilidad institucional: elites políticas que huyeron, servicios públicos colapsados y un aparato estatal incapaz de sostenerse. El regreso de los talibanes consolidó ese vacío, generando un sistema de gobierno que no logra ofrecer soluciones a los problemas básicos.

Hambre y crisis humanitaria

En la actualidad, la crisis alimentaria golpea a miles de familias. La falta de trabajo y los precios en alza empujan a los hogares a medidas desesperadas, desde vender pertenencias hasta recurrir a la mendicidad infantil. Organizaciones internacionales alertan que la capital refleja la precariedad extendida en todo el país, donde la ayuda humanitaria no alcanza y las restricciones al acceso de agencias dificultan la asistencia.

La falta de oportunidades también ha impulsado un aumento del desplazamiento interno y la migración irregular hacia países vecinos. Sin embargo, las fronteras más estrictas y el limitado reconocimiento internacional del régimen reducen las opciones para quienes buscan escapar de la miseria.

Mujeres y derechos restringidos

Uno de los retrocesos más visibles ha sido la situación de las mujeres y niñas. Desde 2021, se les prohíbe asistir a clases más allá del sexto grado y se han restringido severamente sus oportunidades laborales. Las estudiantes universitarias fueron apartadas de sus carreras y muchas profesionales se vieron obligadas a abandonar sus trabajos, profundizando la dependencia económica y el aislamiento social.

Estos límites han generado condena global, pero el gobierno talibán se mantiene firme en sus políticas, justificándolas en interpretaciones religiosas. La ausencia de presión interna significativa y la censura informativa refuerzan un escenario de desigualdad estructural.

Reconocimiento internacional limitado

En el plano externo, solo Rusia ha reconocido formalmente al gobierno talibán. Otros países mantienen relaciones pragmáticas por motivos estratégicos, como la gestión de seguridad o comercio, pero sin otorgar legitimidad plena. Incluso Pakistán, aliado histórico, ha mostrado posturas ambiguas frente al nuevo gobierno.

Este aislamiento dificulta la llegada de ayuda internacional y limita las posibilidades de integración de Afganistán en organismos multilaterales. En consecuencia, Kabul permanece atrapada en un círculo de dependencia, vulnerabilidad y precariedad diplomática.

La tristeza de Kabul 

El panorama de Kabul refleja una ciudad quebrada entre la nostalgia y la resignación. La promesa de un futuro distinto tras décadas de conflicto se ha desvanecido, reemplazada por una realidad donde el hambre y la represión marcan la vida diaria. La pérdida de derechos, en especial de las mujeres, simboliza el retroceso más dramático.

La historia reciente de Afganistán muestra que, pese a los cambios políticos, las estructuras de exclusión y violencia siguen intactas. Kabul, que alguna vez fue emblema de esperanza, hoy representa el límite de un proyecto estatal debilitado y de una sociedad forzada a sobrevivir sin horizonte claro.