
El presidente electo de Venezuela, Edmundo González Urrutia, publicó una carta abierta dirigida a los gobiernos democráticos del mundo en la que denunció la persistencia de desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias y torturas en el país, hechos que han sido documentados por la ONU y organismos internacionales de derechos humanos.
En su mensaje, González apeló a la solidaridad internacional para exigir tres medidas inmediatas: el cese de las violaciones de derechos humanos, el acceso de organismos internacionales a los centros de detención y la protección de las víctimas y sus familias. Según advirtió, “el silencio alimenta la impunidad” y Venezuela necesita hoy una acción decidida de la comunidad internacional.
La carta incluyó también una dimensión íntima. González mencionó el caso de su yerno, detenido desde hace ocho meses, y el dolor de su familia al ver crecer a sus nietos sin la presencia de su padre. Este testimonio humaniza la denuncia y refleja que las consecuencias de la represión alcanzan no solo a opositores políticos, sino también a sus círculos familiares y sociales.
Al vincular su experiencia personal con la tragedia nacional, González buscó mostrar que lo que ocurre en Venezuela no es una estadística distante, sino una crisis humana que afecta a miles de familias en todo el país. Para él, cada víctima representa un llamado a la acción que los gobiernos democráticos no deben ignorar.
La carta se enmarca en un momento de fuerte presión internacional sobre el régimen de Nicolás Maduro, acusado de consolidar un aparato represivo mientras desconoce el resultado de las elecciones de 2025. En este contexto, el pedido de González cobra especial relevancia como un llamado a la acción coordinada de gobiernos, organismos multilaterales y sociedad civil global.
En años recientes, informes de la ONU y de la OEA ya han documentado patrones sistemáticos de represión en Venezuela. González, al recordar estos informes, apuntó a que la legitimidad internacional se sustenta en no ser indiferente frente a crímenes que atentan contra la dignidad humana.
Con este gesto, González refuerza su papel como referente democrático y como líder que, aun bajo condiciones adversas, mantiene la voz en alto. Para sus seguidores, la carta representa no solo una denuncia, sino también un símbolo de resistencia y esperanza frente a la represión.
El mensaje concluye con un llamado directo: la solidaridad activa del mundo es la clave para abrir paso a la democracia en Venezuela. Con estas palabras, Edmundo González busca que su país no quede aislado en medio del dolor, sino que encuentre respaldo internacional en su lucha por libertad y justicia.
La carta abierta de González Urrutia marca un hito en la estrategia de la oposición democrática venezolana: transformar el dolor personal y colectivo en un reclamo global. Su postura lo coloca como un líder capaz de representar las aspiraciones de un pueblo que exige respeto a los derechos humanos.
En un escenario donde el régimen de Maduro busca silenciar disidencias, la voz de González emerge como un recordatorio de que la solidaridad internacional puede ser determinante. Lejos de claudicar, reafirma su compromiso con una transición democrática que ponga fin a años de represión.