
Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos han intensificado su apuesta por el sector de las telecomunicaciones en un movimiento estratégico para diversificar sus economías y reducir su dependencia del petróleo. Estas inversiones, enmarcadas en proyectos como Visión 2030 en Arabia Saudita, buscan posicionar a los fondos soberanos árabes como actores de peso en el ecosistema digital global.
La magnitud del compromiso financiero es notable: Arabia Saudita elevó su fondo soberano a 749.000 millones de dólares, destinando una parte significativa a proyectos de conectividad y digitalización. Entre los movimientos más destacados figura la compra del 9,9% de Telefónica por STC Group y la adquisición del , consolidando así una presencia estratégica en Europa y América Latina.
La estrategia árabe no se limita a Europa. En América Latina, el grupo Beyond ONE, con sede en Dubái, ya controla Virgin Mobile en México, Colombia y Chile, y actualmente mantiene conversaciones exclusivas para adquirir la filial mexicana de Telefónica. El valor estimado de esta operación ronda los 520 millones de euros, lo que podría redefinir el panorama competitivo en la región.
Con estos pasos, los fondos árabes buscan no solo expandirse, sino también asegurarse un papel en mercados emergentes con gran potencial de crecimiento digital. En particular, la región latinoamericana ofrece oportunidades en conectividad, servicios móviles y despliegue de 5G, inteligencia artificial e internet de las cosas (IoT).
Para Arabia Saudita y Emiratos, las telecomunicaciones representan un sector clave dentro de sus planes de diversificación. Reducir la dependencia del crudo implica apostar por industrias de futuro, y la digitalización es considerada un pilar central. Estas inversiones no son vistas solo como negocios rentables, sino como parte de una estrategia de transformación nacional.
El impacto también se proyecta sobre los mercados receptores. En México, por ejemplo, la eventual venta de la filial de Telefónica a Beyond ONE generaría un reacomodo entre operadores y un mayor involucramiento extranjero en las telecomunicaciones locales. Aunque plantea desafíos regulatorios, abre la puerta a mayores inversiones en infraestructura y servicios de última generación.
Los expertos coinciden en que la entrada de fondos árabes puede traer capital fresco y dinamizar la competencia. Sin embargo, también advierten sobre riesgos: una posible concentración de poder en pocas manos y la necesidad de marcos regulatorios sólidos que garanticen la transparencia y el beneficio para los consumidores.
Lo que es innegable es que el mapa global de las telecomunicaciones se está reconfigurando, y los fondos árabes han decidido ocupar un lugar central en esa transformación.
La ofensiva inversora de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos en telecomunicaciones refleja un cambio profundo en sus modelos económicos. Mientras se preparan para un futuro menos dependiente del petróleo, se posicionan en un sector estratégico que será decisivo en la economía digital. El éxito dependerá de su capacidad para equilibrar intereses geopolíticos, retornos financieros y beneficios tangibles para los usuarios.