
El pasado lunes, en el Estadio Nacional de Tokio, el sueco-estadounidense Armand Duplantis volvió a desafiar los límites del cuerpo humano y la física: saltó 6,30 metros en su tercer intento y rompió por decimocuarta vez el récord de salto con garrocha, consagrándose además tricampeón mundial.
La escena fue cinematográfica: la barra aún vibraba cuando el atleta se incorporó del colchón, levantó los brazos y desató la ovación. No había rivales en esa altura, solo espectadores de una gesta. Lo que ocurrió en Japón no fue solo una marca: fue la confirmación de un fenómeno que excede lo deportivo. El “Efecto Duplantis” ya no es una hipótesis: es una realidad que transforma la garrocha en arte, ciencia y espectáculo global.
Mondo Duplantis 🇸🇪 clears a World Record of 6.30m in the men's Pole Vault in Tokyo!!🥇🥇
— Track & Field Gazette (@TrackGazette) September 15, 2025
World Record No. 14 for him!!🔥🔥pic.twitter.com/9n32pVkMPO
Desde hace cinco años, "Mondo" no compite contra otros atletas sino contra la ciencia, su propia historia y contra el techo invisible del cuerpo humano, porque corre más rápido que cualquier otro garrochista. Su velocidad en la carrera previa al salto supera los 10 m/s, lo que le permite generar una energía cinética que se convierte en impulso vertical con una eficiencia notable. Su centro de masa se desplaza por debajo del arco corporal en pleno vuelo, lo que también le permite superar alturas que ningún otro deportista consiguió. Incluso dobla garrochas más duras que el resto gracias a su técnica y utiliza calzado personalizado, más cercano al de los velocistas que al de los saltadores tradicionales.
Nacido en Lafayette, Louisiana, hijo de un garrochista y una heptatleta, Duplantis entrenó desde los ocho años en el jardín de su casa. Su padre estadounidense, Greg, pulió la técnica; su madre sueca, Helena, trabajó la preparación física. Y así el clan Duplantis diseñó un campeón desde la infancia, pero también cultivó una identidad sueca que Mondo abrazó por elección, representando a ese país en competencias internacionales.
Duplantis no solo rompe récords: los celebra con sus rivales, besa a su novia modelo en pista, protagoniza portadas de Vogue Escandinavia y documentales como Born to Fly. Su figura combina precisión técnica, carisma mediático y espectáculo visual. Cada salto es una escena de una película, al mejor estilo de las leyendas Yelena Isinbáyeva (Rusia) o Serguéi Bubka (Ucrania).
El “Efecto Duplantis” es la suma de velocidad, técnica, genética, cultura, marketing y obsesión por la perfección. Es el impacto que genera en sus rivales y en el público, que ya no mira el salto con garrocha como una especialidad de nicho, sino como una experiencia total.