
El mercado de trabajo argentino volvió a mostrar, en el segundo trimestre de 2025, las mismas tensiones estructurales que arrastra desde hace años. Según el INDEC, la tasa de desocupación se mantuvo en 7,6%, idéntico nivel al registrado en igual período de 2024. En otras palabras, a pesar del discurso oficial sobre una supuesta mejora en los indicadores sociales -el propio presidente Javier Milei repite que “12 millones de personas salieron de la pobreza”-, los datos oficiales muestran un mundo laboral cada vez más precario, con más trabajadores en la informalidad y con dificultades crecientes para sostener ingresos dignos.
La brecha de género persiste y golpea con fuerza a las mujeres: la tasa de desocupación femenina fue del 8,5%, frente al 6,8% entre los varones. Y el panorama es todavía más duro para las más jóvenes, aquellas que buscan insertarse por primera vez en el mercado laboral: en ese segmento la desocupación trepa al 16,9%, revelando las barreras estructurales de acceso.
A nivel geográfico, el desempleo sigue mostrando realidades muy desiguales. Mientras el promedio nacional se mantiene en torno al 7,6%, en varios aglomerados urbanos el número se dispara a dos dígitos: Resistencia encabeza la lista con 10,3%, seguida por el Gran Buenos Aires (9,8%) y el eje San Nicolás – Villa Constitución (9,3%).
El dato más alarmante del informe no está solo en la desocupación: es la creciente precarización. La tasa de informalidad laboral subió de 41,6% a 43% en un año, lo que implica 226 mil trabajadores más sin cobertura jubilatoria, obra social ni derechos básicos.
Este avance de la informalidad convive con otro fenómeno preocupante: cada vez más personas que tienen un empleo buscan otro, porque sus ingresos no alcanzan. Los llamados “ocupados demandantes” treparon del 16% al 17,1%, es decir, 170 mil trabajadores adicionales que salen al mercado a buscar changas o un segundo ingreso para sostener niveles mínimos de vida, aún en un contexto de inflación moderada.
El detalle por categoría ocupacional refleja con claridad hacia dónde se mueve el mercado laboral argentino:
Este último grupo -que incluye desde vendedores ambulantes o trabajadores a destajo- es el que más crece. En criollo: cada vez menos personas perciben un salario en blanco, mientras más argentinos sobreviven a través de changas o actividades de subsistencia.
Los datos no dejan lugar a dudas: la Argentina avanza hacia un esquema en el que el empleo asalariado formal pierde peso y el cuentapropismo informal gana terreno. La promesa de modernización y “liberación de las fuerzas productivas” que pregona el Gobierno se traduce, en la práctica, en un mercado de trabajo con más inestabilidad, menor cobertura social y menor calidad de vida para los trabajadores.
Y lo que se ve en este segundo trimestre es apenas una foto atrasada. El propio INDEC advierte que los números corresponden a un período “que ya queda lejos”. Todo indica que el tercer trimestre mostrará un deterioro aún mayor, en línea con la recesión en curso, la caída del consumo y la falta de inversión productiva.