
Rusia es un país descomunal. Con 17 millones de km², ocupa casi una novena parte de toda la superficie terrestre del mundo. Su territorio abarca Europa del Este y gran parte de Asia, lo que la convierte en un puente natural entre dos continentes y en un actor clave en la política global.
Uno de sus rasgos más impresionantes es su diversidad geográfica. Rusia cuenta con 36.000 km de costas que se extienden por el Ártico, el Pacífico y mares interiores como el Caspio y el Negro. Sin embargo, gran parte de sus puertos están bloqueados por el hielo buena parte del año, lo que explica su histórica obsesión por conseguir acceso a “puertos de aguas cálidas”, fundamentales para el comercio y el poder naval.
El país también está atravesado por cordilleras como los Urales, que dividen Europa y Asia, y el Cáucaso, que marca el límite con Medio Oriente. Tiene grandes ríos como el Volga, el Ob y el Lena, vitales para el transporte interno, y vastas llanuras que favorecieron tanto la agricultura como el movimiento de ejércitos invasores. Su clima es extremo: desde el Ártico helado hasta las estepas semiáridas, lo que hace de Rusia un mosaico natural difícil de gobernar pero rico en recursos.
La riqueza natural es otra de sus cartas estratégicas. Rusia posee las mayores reservas de gas natural del planeta y enormes cantidades de petróleo, carbón, minerales y madera. Estos recursos le permiten influir directamente en la economía mundial y en las decisiones de muchos países que dependen de su energía.
Históricamente, la geografía fue clave para su defensa y expansión. La amplitud de su territorio salvó a Rusia en momentos críticos: Napoleón en 1812 y Hitler en 1941 se vieron derrotados no solo por los soldados rusos, sino también por las distancias interminables y los inviernos implacables. A su vez, desde los zares hasta la Unión Soviética, Rusia creció conquistando regiones limítrofes para asegurarse fronteras más lejanas, recursos y salidas al mar.
Hoy, la posición estratégica de Rusia sigue siendo esencial: limita con 14 países, es potencia ártica con ambiciones sobre el deshielo polar, y controla territorios clave para las rutas energéticas y comerciales. Su ubicación le permite mirar al mismo tiempo hacia Europa, Asia y el Pacífico, algo que muy pocos países pueden hacer. En definitiva, su geografía no es solo un mapa: es la base de su poder político, militar y económico. Entenderla es comprender por qué este país, con todos sus desafíos internos, se mantiene como un protagonista central de la historia y de la geopolítica contemporánea.