26/09/2025 - Edición Nº962

Internacionales

Educación Chile

El desafío chileno: cómo la educación puede cambiar el futuro del país

21/09/2025 | El país busca articular universidades y centros técnicos en un ecosistema que impulse innovación, empleabilidad y desarrollo regional.



Chile enfrenta el desafío de elevar su productividad nacional en un contexto marcado por bajo crecimiento y transformaciones tecnológicas aceleradas. Una de las claves, según expertos, es reconocer la heterogeneidad del sistema de educación superior, donde conviven universidades tradicionales, instituciones profesionalizantes, centros técnicos y entidades de carácter regional, cada una con funciones distintas pero complementarias.

El sistema chileno reúne a más de 1,2 millones de estudiantes distribuidos en modelos educativos que van desde la investigación de frontera hasta la formación de técnicos de inserción rápida en sectores productivos. La pregunta central es cómo articular esas piezas para que el resultado sea un ecosistema cohesionado, capaz de responder a las necesidades de innovación, empleabilidad y desarrollo territorial.

Modelos diferenciados

El modelo universitario académico concentra cerca de 30 instituciones y 350.000 estudiantes, con foco en investigación, capital humano avanzado y áreas estratégicas como energía, salud y tecnologías verdes. Estas universidades buscan competir internacionalmente y aportar al conocimiento científico global, pero también deben vincularse más con sectores productivos nacionales.

En paralelo, el modelo universitario profesionalizante, con unas 60 instituciones y medio millón de estudiantes, se orienta a la formación práctica y la conexión con el mercado laboral. Su valor reside en generar egresados con habilidades intermedias y blandas, capaces de insertarse en empresas de diversos tamaños y contribuir a mejorar su desempeño.

Rol de la educación técnica

El tercer pilar es el de los centros técnicos de inserción rápida, que agrupan a unos 300.000 estudiantes en programas cortos y altamente prácticos. Estos técnicos cumplen una función clave en industrias donde la falta de personal especializado limita la adopción tecnológica y la eficiencia operativa, desde la manufactura hasta los servicios.

Además, los CFT estatales regionales, con 25.000 estudiantes, apuntan a fortalecer la articulación territorial. Su misión es adaptar la formación a las necesidades productivas locales, ofreciendo herramientas específicas para sectores como la agroindustria, la pesca, la minería o el turismo, y contribuyendo al desarrollo económico regional.

Financiamiento y métricas diferenciadas

El reto no es solo reconocer la diversidad de modelos, sino también evitar medirlos con una sola vara. La calidad y los indicadores de éxito deben ajustarse a la función de cada institución: no se puede exigir el mismo nivel de investigación a un CFT que a una universidad científica. El financiamiento público y privado también debería alinearse con esas metas diferenciadas.

Otro punto crucial es la movilidad estudiantil y laboral entre modelos. Para que el sistema funcione como un verdadero ecosistema, se necesitan trayectorias flexibles, sin estigmas ni barreras administrativas que impidan avanzar de un técnico a una universidad o viceversa. Esto favorecería la adaptación de los trabajadores a un mercado laboral en constante cambio.

Un sistema con vasos comunicantes

Los analistas coinciden en que el futuro de la productividad chilena depende de consolidar un sistema de educación superior con vasos comunicantes entre sus distintos componentes. La clave está en fomentar la cooperación, permitir la movilidad y asegurar que las políticas públicas de evaluación y financiamiento sean coherentes con la misión de cada modelo.

En definitiva, Chile tiene en su diversidad institucional una fortaleza estratégica. La apuesta pasa por integrar esas diferencias en lugar de homogeneizarlas, reconociendo que la productividad nacional se construye tanto en los laboratorios de investigación como en los talleres técnicos y en las aulas regionales.


Universidad Católica de Chile

Por el futuro

La experiencia internacional muestra que los países que han logrado mejorar su productividad sostienen sistemas de educación superior diversificados y articulados, donde cada institución cumple un rol bien definido. En ese sentido, Chile cuenta con las bases para replicar ese modelo, siempre que se diseñen políticas que reconozcan la función de cada actor.

El desafío será avanzar hacia un esquema en el que universidades, centros técnicos y entidades regionales cooperen de manera sinérgica. Si se logra, la educación superior chilena no solo formará profesionales y técnicos, sino que se convertirá en un motor directo de la productividad y la competitividad del país.