
Los uniformes naranjas ya forman parte de la rutina penitenciaria en Santa Fe. Desde hace un año, los reclusos considerados de mayor peligrosidad están obligados a utilizarlos fuera de sus pabellones, en audiencias judiciales, consultas médicas o visitas. La disposición fue aprobada por la Legislatura en diciembre de 2023 y comenzó a aplicarse en septiembre de 2024, como parte de un plan para reforzar la seguridad en el sistema carcelario.
La medida quedó en evidencia esta semana, cuando Waldo Alexis Bilbao, detenido tras casi dos años prófugo, participó por videoconferencia de una indagatoria vestido con el mameluco naranja reglamentario. Su caso mostró públicamente la nueva política, que ya se aplica a todos los internos de “alto perfil” en la cárcel de Piñero y en otras unidades provinciales.
El uniforme no solo funciona como un distintivo, sino también como una herramienta de control. La resolución 008/2024 establece que los familiares no pueden ingresar con ropa de ese color, para evitar confusiones, y que la prenda debe usarse de manera obligatoria en cualquier salida de la celda. “Lo elegimos porque permite detectar automáticamente cuando un preso no está donde debe estar”, señaló en su momento la secretaria de Asuntos Penales, Lucía Masneri.
En paralelo, el Ministerio de Justicia y Seguridad provincial montó un sistema de clasificación de internos por niveles de peligrosidad, con distintos colores previstos para cada categoría. Los primeros en vestir el mameluco naranja fueron los reclusos identificados como de “Nivel 1”, considerados los más conflictivos y vinculados a hechos de violencia o intentos de fuga.
El uso del uniforme, que en otros países como Estados Unidos es un rasgo habitual de la vida carcelaria, marca un cambio de época en Santa Fe. La provincia adoptó un modelo propio, distinto al sistema federal, donde los internos de alto riesgo deben llevar la vestimenta todo el tiempo. Aquí, en cambio, el uso se limita a las salidas del pabellón.