
En el este de África ocurre un fenómeno tan impresionante como inevitable: el continente se está partiendo en dos. Se trata del Rift de África Oriental, una grieta tectónica que se extiende por más de 6.000 kilómetros y que atraviesa países como Etiopía, Kenia, Uganda y Mozambique. Este proceso, conocido como rifting, comenzó hace aproximadamente 25 millones de años y continúa hasta hoy, a un ritmo de pocos milímetros al año, lo suficiente para transformar lentamente la geografía continental.
La separación se produce por el movimiento de tres placas tectónicas: la africana, la somalí y la arábiga. Al desplazarse, generan tensiones en la corteza terrestre que provocan fisuras, terremotos y volcanes activos. En Etiopía, por ejemplo, se encuentra el volcán Erta Ale, uno de los pocos volcanes de lava permanente en el mundo, mientras que en Kenia, el monte Kilimanjaro es testigo de la actividad volcánica histórica de la región. Estos cambios son señales de un proceso natural que, con el tiempo, podría abrir un océano que dividiría a África en dos continentes separados.
El Rift forma parte del Gran Valle del Rift, una serie de depresiones y fallas geológicas que se extienden desde el Mar Rojo hasta Mozambique. Esta región es uno de los laboratorios naturales más importantes para estudiar la evolución de la Tierra: fósiles hallados en el valle de Afar, en Etiopía, han sido clave para entender la evolución humana, incluyendo restos de Australopithecus afarensis, uno de los ancestros más antiguos de nuestra especie.
Históricamente, los procesos de separación de continentes han dado origen a océanos que hoy conocemos, como el Atlántico, que se formó tras la separación de África y América hace unos 180 millones de años. El Rift africano muestra cómo la dinámica del planeta sigue viva, recordándonos que los continentes son estructuras en constante cambio. A largo plazo, se estima que en 5 a 10 millones de años la grieta podría abrirse completamente, formando un nuevo mar interior que alteraría no solo el mapa físico sino también el clima y los ecosistemas de la región.
Además de su relevancia geológica, el Rift influye en la vida cotidiana de millones de personas. La actividad sísmica y volcánica afecta a las comunidades locales, y la formación de lagos y valles fértiles ha favorecido el desarrollo de la agricultura y la biodiversidad única de la región, como los flamencos que habitan los lagos salinos o los elefantes que recorren los parques nacionales.
Aunque el proceso es lento, el Rift africano ofrece una oportunidad única para observar la Tierra en transformación y comprender cómo se forman océanos y continentes. Es un recordatorio de que nuestro planeta está lejos de ser estático y que las fuerzas naturales que moldean la Tierra siguen actuando, silenciosas pero poderosas, bajo nuestros pies.