
La reciente afirmación del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, de que “todas las opciones para la estabilización de Argentina están sobre la mesa”, marca un punto de inflexión en la relación bilateral. El gesto fue rápidamente celebrado por la titular del FMI, Kristalina Georgieva, quien destacó la importancia de los socios internacionales para sostener políticas de crecimiento. Sin embargo, detrás de la retórica de apoyo subyacen motivaciones geopolíticas y económicas que van más allá de la coyuntura financiera argentina.
Argentina atraviesa una crisis aguda de reservas y de confianza, y la intervención estadounidense apunta a enviar una señal de respaldo que calme los mercados. Pero esta ayuda también responde al interés estratégico de Washington en garantizar que su principal socio en el Cono Sur no quede atrapado en un círculo de inestabilidad que pueda abrir la puerta a otras potencias.
La presencia de China en América Latina se ha consolidado en las últimas dos décadas, con inversiones en energía, infraestructura y tecnología. Para Estados Unidos, Argentina es un punto neurálgico en esta disputa de influencia. El apoyo financiero se enmarca en la necesidad de contrarrestar la penetración de Beijing, ofreciendo alternativas de estabilidad que reduzcan la dependencia argentina de créditos e inversiones chinas.
Al mismo tiempo, Washington busca reforzar su alianza con gobiernos que, como el de Javier Milei, han manifestado abiertamente su alineamiento con la política exterior estadounidense. El respaldo económico se convierte así en un instrumento para consolidar un vínculo político que trascienda el ciclo económico inmediato.
Más allá de la disputa global, Argentina es vista como un actor sistémico en la región. Su inestabilidad podría generar contagio hacia otros países sudamericanos, afectando cadenas de suministro, flujos comerciales y confianza de inversores. El mensaje del Tesoro busca dar garantías no solo a Buenos Aires, sino a toda la región, de que la Casa Blanca está dispuesta a intervenir para evitar un escenario de turbulencia prolongada.
El hecho de que el anuncio incluya la frase “dentro de su mandato” deja claro que no se trata de un cheque en blanco. El Tesoro puede facilitar líneas de swap, mecanismos de liquidez o incluso coordinar con el FMI, pero siempre bajo la premisa de preservar su propia estabilidad financiera. En este marco, la ayuda es tanto un acto de solidaridad como un mecanismo de autoprotección frente a riesgos de contagio global.
En el plano económico, el apoyo puede traducirse en un alivio inmediato en la presión cambiaria y una moderación en las expectativas inflacionarias. En lo político, refuerza la narrativa del gobierno de Milei de que cuenta con aliados estratégicos dispuestos a sostener su proyecto de reformas. Para Estados Unidos, a cambio, esto significa mayor capacidad de influencia en las decisiones económicas argentinas.
El verdadero alcance del respaldo dependerá de cómo evolucione la crisis interna y de la capacidad de Milei para implementar medidas que mantengan la confianza externa. La declaración del Tesoro no compromete montos ni plazos, pero sí establece un principio: Argentina no quedará sola mientras Washington vea en su estabilidad un interés propio.
We welcome @SecScottBessent’s statement of support for Argentina. This underscores the crucial role of partners in promoting strong policies for stabilization and growth for the benefit of the people of Argentina. https://t.co/sl5J2Ziijp
— Kristalina Georgieva (@KGeorgieva) September 22, 2025
El apoyo de Estados Unidos a Argentina responde a una combinación de factores: contrapesar a China, evitar contagios regionales y reforzar la alianza política con Milei. Es, en definitiva, una jugada pragmática donde los intereses estratégicos de Washington se alinean, por ahora, con la necesidad urgente de Buenos Aires de encontrar aire financiero.
A futuro, la sostenibilidad de esta ayuda dependerá de que Argentina pueda traducir el respaldo en reformas efectivas y credibilidad interna. Para Estados Unidos, se trata de una inversión geopolítica que busca asegurar que el tablero regional se mantenga bajo su órbita de influencia en un momento de creciente competencia global.