26/09/2025 - Edición Nº962

Internacionales

Rebelión juvenil

Rebelión en Perú: el símbolo de One Piece y su significado

23/09/2025 | Jóvenes peruanos lideran movilizaciones contra el gobierno, exigiendo cambios y rechazando la reforma previsional.



Las calles del centro de Lima y de varias regiones del país han sido tomadas en los últimos días por miles de jóvenes que integran la llamada Generación Z, un sector que representa casi siete millones de peruanos menores de 30 años. El detonante inmediato fue la polémica reforma del sistema de pensiones, pero el trasfondo revela un profundo hartazgo con el gobierno de Dina Boluarte, al que acusan de indiferencia frente a sus demandas.

Aunque el Congreso y el Ejecutivo dieron marcha atrás con las disposiciones que obligaban a los trabajadores independientes a aportar a las AFP desde 2028 y limitaban el retiro del 95,5% del fondo de pensiones para los menores de 40 años, la movilización no se detuvo. Para los manifestantes, la medida fue solo la gota que rebalsó un vaso cargado de desconfianza hacia las instituciones y de frustración por la falta de oportunidades.

Juventud en resistencia

El movimiento ha mostrado una organización inédita: colectivos estudiantiles, artistas, tiktokers e influencers han logrado articular un frente común bajo el lema “Unidos por un Perú que merecemos”. La Generación Z, acostumbrada a la inmediatez de las redes sociales, ha convertido plataformas como TikTok, Instagram y X en su principal trinchera para convocar, denunciar abusos y difundir en tiempo real lo que ocurre en las calles.

Las marchas también se caracterizan por un componente simbólico que evidencia la identidad juvenil: pancartas con memes, personajes de anime y, en particular, la bandera pirata de One Piece, que se ha convertido en un emblema de resistencia. Para los jóvenes, esta estética no es un detalle menor: refleja su manera de apropiarse de la protesta y de expresar un rechazo a la política tradicional.

Respuesta del gobierno

La reacción del Ejecutivo ha sido la de recurrir al despliegue policial en Lima y en otras ciudades, lo que provocó un escenario de fuerte represión. Se reportaron heridos por el uso de gas lacrimógeno y perdigones, además de periodistas alcanzados por los ataques. En algunos puntos, manifestantes denunciaron la presencia de policías infiltrados y disparos al aire que buscaron amedrentar a la multitud.

El discurso oficial sostiene que se trata de “grupos violentistas”, pero las imágenes muestran a jóvenes desarmados enfrentando una maquinaria de seguridad desproporcionada. Esta respuesta refuerza la percepción de un gobierno que se mantiene distante, incapaz de escuchar y de abrir canales de diálogo con un sector que reclama ser parte del presente político.

Crisis institucional

Las protestas coinciden con un clima de crisis política. La suspensión de la fiscal de la Nación, Delia Espinoza, tras negarse a restituir a Patricia Benavides, acusada de liderar una organización criminal, sumó descontento a un escenario ya caldeado. A ello se añadió la filtración de un audio donde el ministro de Justicia, Juan José Santiváñez, habría solicitado favores al primer ministro en beneficio de un delincuente.

Estos episodios alimentan la narrativa juvenil de que la clase dirigente está corrompida y se protege entre sí. La propia presidenta Boluarte se vio cuestionada por una defensa pública hacia Fuerza Popular, lo que reavivó las sospechas de pactos ocultos y de una política basada en intereses partidistas más que en el bien común.

Identidad generacional

La irrupción de la Generación Z en la arena política peruana marca un punto de inflexión. A diferencia de otras movilizaciones, los jóvenes no solo rechazan medidas puntuales, sino que plantean la necesidad de refundar la relación entre Estado y ciudadanía. Su participación masiva es un recordatorio de que el futuro del país no puede construirse sin la voz de quienes heredarán las consecuencias de las decisiones actuales.

La protesta también cuestiona la pasividad de sectores adultos, llamando a una renovación del pacto social. Al apropiarse de la calle y del espacio digital, los jóvenes están demostrando que poseen herramientas distintas para presionar y para mantener vivo un debate que el poder político preferiría ignorar.

Una nueva revuelta 

La rebelión de la Generación Z en Perú refleja una tendencia regional: la emergencia de juventudes más conscientes, digitales y organizadas que no temen desafiar al poder establecido. Si bien la chispa fue una reforma previsional, lo que está en juego es la legitimidad de un gobierno que enfrenta serias dificultades para construir confianza.

Es altamente probable que estas movilizaciones tengan efectos duraderos, incluso si el Ejecutivo logra desactivarlas coyunturalmente. La Generación Z ha demostrado que no solo está dispuesta a protestar, sino también a convertirse en un actor político con capacidad de marcar la agenda nacional.