
Las autoridades electorales de Uganda oficializaron este martes la candidatura del presidente Yoweri Museveni en un acto celebrado en las afueras de Kampala. Según el Movimiento de Resistencia Nacional (NRM), partido gobernante, más de dos millones de simpatizantes firmaron para respaldar la postulación del mandatario, que busca prolongar un liderazgo iniciado hace casi cuarenta años.
Museveni, hoy de 81 años, llegó al poder en 1986 tras encabezar una insurrección armada que derrocó al gobierno de Tito Okello. Durante una década gobernó sin elecciones, hasta que en 1996 organizó los primeros comicios bajo su mandato. Desde entonces ha logrado reelegirse en cada ciclo, aunque observadores internacionales y sectores opositores han denunciado fraude, intimidación y un uso sistemático del aparato militar para asegurar su permanencia. Actualmente, las fuerzas armadas están dirigidas por su hijo, el general Muhoozi Kainerugaba, visto por algunos analistas como posible heredero político.
La reforma constitucional de 2017, aprobada por un Parlamento dominado por el NRM, eliminó el límite de edad presidencial y abrió la puerta a que Museveni pueda presentarse indefinidamente. Sus críticos aseguran que el sistema político ugandés funciona bajo un fuerte control del Ejecutivo, con instituciones debilitadas y una oposición fragmentada y reprimida.
Uganda es hoy un país con una población marcadamente joven: más del 75% de sus habitantes tiene menos de 35 años, de acuerdo con cifras de la ONU. A pesar de este perfil demográfico, el liderazgo político continúa en manos del mismo dirigente que gobierna desde hace casi cuatro décadas, generando un creciente contraste entre una juventud que busca oportunidades y una élite política envejecida.
En el plano internacional, Uganda mantiene un rol activo en la región de los Grandes Lagos, con participación militar en conflictos vecinos como Somalia y Sudán del Sur. Además, es uno de los cuatro países africanos que han firmado acuerdos para recibir a migrantes deportados desde Estados Unidos, una política que ha suscitado controversia tanto a nivel local como en el ámbito de los derechos humanos.
Mientras Museveni se prepara para otra contienda electoral, sus detractores advierten que la continuidad de su régimen profundiza la falta de alternancia democrática. Sus partidarios, en cambio, lo presentan como garante de estabilidad en un país históricamente golpeado por guerras civiles y dictaduras militares.