
Las recientes tensiones entre Barack Obama y el presidente Donald Trump giran en torno a un tema de alta sensibilidad: la relación entre medicamentos durante el embarazo y el autismo. En un foro en Londres y luego en redes sociales, Obama acusó a Trump de difundir afirmaciones que calificó como "violencia contra la verdad", al referirse a comentarios del mandatario sobre un supuesto vínculo entre el paracetamol y el autismo. El mensaje generó repercusión internacional, reavivando el choque entre dos figuras centrales de la política estadounidense.
Desde el ámbito científico, la mayoría de estudios disponibles no han encontrado una relación causal concluyente entre el uso moderado de paracetamol en mujeres embarazadas y el autismo en niños. Autoridades como la FDA en Estados Unidos o la OMS coinciden en que, si bien existen investigaciones preliminares que sugieren posibles riesgos en contextos de consumo prolongado o en dosis elevadas, no hay evidencia suficiente para establecer un vínculo definitivo. En ese sentido, los expertos recomiendan prudencia tanto en el uso del medicamento como en las declaraciones públicas.
Las palabras de Trump forman parte de un discurso en el que asegura defender la transparencia frente a la industria farmacéutica. Sin embargo, sus críticas al paracetamol han sido cuestionadas por especialistas médicos, que advierten que podrían generar miedo innecesario entre mujeres embarazadas y padres de niños con autismo. Para ellos, la forma en que se comunica la ciencia es tan importante como los hallazgos en sí mismos.
Por su parte, Obama se posicionó como defensor de la salud pública, aunque con un tono duro que no está exento de críticas. Al calificar las afirmaciones de Trump como una forma de violencia, sus palabras fueron vistas por algunos sectores como un intento de politizar un debate que debería centrarse en la evidencia científica y no en el choque partidista.
El enfrentamiento no puede separarse del contexto político de Estados Unidos en 2025. Con Trump en la presidencia y enfrentando críticas por su estilo confrontativo, la intervención de Obama refuerza el antagonismo entre ambos líderes, que han representado polos opuestos en la política norteamericana desde hace más de una década. El expresidente mantiene una influencia considerable en el electorado demócrata y en la opinión pública internacional, lo que amplifica el impacto de sus mensajes.
La controversia ocurre además en un momento en que la desinformación sobre salud es una preocupación global. Tanto las autoridades como la sociedad civil insisten en que el debate sobre medicamentos y autismo debe basarse en estudios revisados por pares y no en eslóganes políticos. En este sentido, el cruce Obama-Trump refleja más un pulso de poder que un verdadero esfuerzo por aclarar dudas a la ciudadanía.
We have people in power making broad claims around certain drugs and autism that have been continuously disproven. The degree to which those comments can undermine public health, do harm to women who are pregnant, create anxiety for parents who do have children who are autistic –… pic.twitter.com/rxCZ7OIzs8
— Barack Obama (@BarackObama) September 25, 2025
El episodio ilustra los riesgos de mezclar ciencia y política. Trump, en su afán por desafiar narrativas oficiales, hizo declaraciones que carecen de respaldo sólido y que pueden alarmar innecesariamente a la población. Obama, al responder con un lenguaje moralizante y confrontativo, trasladó el tema al terreno de la lucha partidista. El resultado es que un asunto delicado para familias y profesionales de la salud se convierte en arma arrojadiza en la pugna electoral.
La clave, según los especialistas, está en devolver el debate al terreno de la evidencia: reconocer que el paracetamol sigue siendo un fármaco seguro cuando se utiliza de manera responsable bajo supervisión médica, y al mismo tiempo promover la investigación rigurosa para despejar dudas legítimas. En un clima político cargado, la ciudadanía necesita menos acusaciones cruzadas y más información verificada.