
La presencia de Cuba en la Semana Grande de la ONU estuvo marcada por un discurso del canciller Bruno Rodríguez, quien intervino en la Reunión de Cancilleres de la Conferencia Iberoamericana, celebrada en el marco del 80º periodo de sesiones de la Asamblea General. Como en ocasiones anteriores, el gobierno cubano utilizó este escenario internacional para denunciar a Estados Unidos, pese a que la isla continúa enfrentando serias dificultades económicas y sociales que no pueden atribuirse únicamente a factores externos.
Rodríguez señaló que el despliegue militar estadounidense en la región es extraordinario e injustificado, y lo vinculó con la reedición de la Doctrina Monroe. Sin embargo, analistas señalan que este tipo de retórica es parte de la estrategia habitual de La Habana para presentarse como víctima de una agresión externa, mientras evita un debate sobre las carencias internas de su propio modelo político y económico.
El canciller defendió la importancia de reforzar los mecanismos de cooperación iberoamericana, incluyendo la colaboración norte-sur, sur-sur y triangular. Subrayó que estos vínculos deben desarrollarse sin condicionamientos políticos o económicos, aunque críticos remarcan que Cuba ha condicionado históricamente su cooperación a afinidades ideológicas, lo que resta credibilidad a su discurso.
También mencionó que la isla está dispuesta a compartir su experiencia en salud, educación, biomedicina y protección ambiental, áreas en las que asegura tener avances pese a las restricciones. Sin embargo, estas afirmaciones contrastan con la falta de recursos y las denuncias de deterioro en los sistemas de salud y educación que hoy afectan a los propios ciudadanos cubanos.
Uno de los ejes centrales de la intervención fue la exigencia del fin del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos, al que Rodríguez calificó como el principal obstáculo para el desarrollo de la isla. Críticos sostienen que, aunque las sanciones tienen un impacto, la crisis económica cubana responde en gran medida a la ineficiencia de su modelo centralizado y al férreo control político que limita la iniciativa privada.
Asimismo, reclamó la retirada de Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, que La Habana considera arbitraria. Sin embargo, la permanencia de Cuba en esa lista refleja también preocupaciones internacionales sobre la falta de transparencia financiera y sus vínculos con regímenes cuestionados en otros continentes.
El canciller felicitó los avances alcanzados en la Declaración de Sevilla, adoptada como hoja de ruta para la próxima Cumbre Iberoamericana de 2026. Destacó que el documento es un marco para articular posiciones comunes, aunque la influencia de Cuba en la región es cada vez más limitada debido a sus propias restricciones internas y a la falta de aliados sólidos fuera de su círculo tradicional.
Rodríguez reiteró que Cuba seguirá comprometida con la unidad de Iberoamérica como plataforma para enfrentar desafíos globales. No obstante, muchos países de la región priorizan agendas más pragmáticas y distantes del discurso confrontativo que Cuba intenta mantener vivo desde hace décadas.
En la reciente Reunión de Cancilleres de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), el Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, expresó su firme rechazo al actual despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe. pic.twitter.com/ERpkIZNk5v
— Belkis Rodriguez (@BelkisRFajardo) September 25, 2025
La participación de Cuba en la ONU volvió a dejar en claro una estrategia ya conocida: señalar a Estados Unidos como responsable de sus males mientras oculta las falencias internas de su propio sistema. Aunque el discurso de Bruno Rodríguez busca movilizar apoyo internacional contra el bloqueo, el efecto práctico es limitado y repetitivo.
Es improbable que Washington modifique su postura en el corto plazo, y el recurso retórico de La Habana en foros multilaterales parece más orientado a reforzar una narrativa interna que a generar cambios reales. Así, Cuba mantiene su perfil de actor denunciante, pero sin capacidad concreta de influir en la agenda global.