29/09/2025 - Edición Nº965

Policiales

Una práctica macabra

Susana, una soldadita de los narcos rosarinos que fue torturada y filmada como Brenda, Morena y Lara

28/09/2025 | El triple narcofemicidio de Florencio Varela dejó al descubierto una práctica tan siniestra como repetida en el mundo narco: registrar en video los asesinatos para enviar un mensaje mafioso.



El hallazgo de los cuerpos de Brenda del Castillo (20), Morena Verdi (20) y Lara Gutiérrez (15) no solo sacudió a la opinión pública por la violencia extrema del crimen. Según los investigadores, las tres jóvenes fueron sometidas a tormentos que fueron grabados y transmitidos en un grupo cerrado de Instagram. La secuencia tuvo una clara intencionalidad disciplinadora: demostrar hasta dónde puede llegar la crueldad narco cuando alguien es acusado de traición a la organización.

Esa práctica ya había tenido un antecedente en Rosario, en enero de 2024, con el femicidio de Susana Haydée Mena, de 27 años, según reveló el diario La Capital. Madre de tres hijos pequeños, Mena vivía en el barrio Gráfico y trabajaba como “soldadita” en un búnker de drogas. Dentro de la banda fue acusada de robar una balanza, consumir cocaína destinada a la venta y apropiarse de mercadería. El castigo fue brutal: dos jóvenes narcos, bajo las órdenes de un jefe preso, la ataron, la golpearon y la estrangularon con un cable. Todo fue filmado y difundido entre pares para reforzar la idea de que nadie puede traicionar a la organización.

En ambos crímenes se observa el mismo patrón: mujeres jóvenes, pobres, con vínculos de dependencia hacia la banda y expuestas a un disciplinamiento mafioso que las coloca en el lugar de víctimas “ejemplares”. En el caso de Mena, el fiscal Alejandro Ferlazzo explicó que la forma en que fue descartada permitía asegurar que había sido elegida por su condición de mujer, subordinada y vulnerable. Ese análisis también encaja con el triple femicidio de Florencio Varela: Brenda, Morena y Lara fueron atraídas con la promesa de una fiesta, pero en realidad habían sido marcadas como piezas sacrificables en una trama narco.

Los videos no son un detalle secundario. Funcionan como arma simbólica y multiplican el poder de la violencia. Quien ve esas imágenes dentro del mundo narco entiende el mensaje: no hay perdón, no hay segundas oportunidades. El cuerpo de las mujeres se convierte en vehículo del castigo y de la advertencia. Es la lógica de los carteles trasladada a los barrios del conurbano y Rosario, donde la saña y la espectacularización se vuelven parte de la rutina criminal.

En el caso de Mena, los vecinos contaron haber visto circular la grabación en la que la golpeaban y le cortaban la nariz con una pinza, mientras la obligaban a escuchar que “iba a pagar por consumir sin permiso”. En el caso de Brenda, Morena y Lara, los investigadores hallaron rastros de transmisiones en vivo y capturas que habrían quedado como prueba de la brutalidad. La finalidad, en ambos, fue la misma: infundir terror en los suyos y reafirmar el dominio narco.

El paralelismo es inevitable. Y alarmante. Dos escenas de horror, en provincias distintas, con víctimas diferentes pero un mismo hilo conductor: la violencia narco se ensaña con las mujeres y graba sus muertes como espectáculo y advertencia. El video se convierte en herramienta de poder y en marca registrada de un crimen que no busca solo eliminar a una persona, sino disciplinar a toda una comunidad bajo el signo del miedo.