
Sudán del Sur nació oficialmente el 9 de julio de 2011, cuando izó su bandera por primera vez ante la comunidad internacional. Fue el resultado de más de dos décadas de guerra civil con Sudán, un conflicto que entre 1983 y 2005 dejó alrededor de dos millones de muertos y millones de desplazados. El Acuerdo de Paz Integral de 2005 permitió un alto el fuego y abrió la puerta a un referéndum histórico en enero de 2011, en el que casi el 99% de los votantes eligió la independencia. El mundo celebró entonces el nacimiento del país número 193 de la ONU, cargado de expectativas de libertad y desarrollo.
Pero la paz no duró. En diciembre de 2013, apenas dos años después de la independencia, estalló una guerra interna entre el presidente Salva Kiir y su exvicepresidente Riek Machar. El enfrentamiento político rápidamente tomó un carácter étnico: Kiir, perteneciente a la mayoría dinka, acusó a Machar, referente de la comunidad nuer, de intentar un golpe de Estado. Las tensiones derivaron en masacres, desplazamientos masivos y violaciones sistemáticas de derechos humanos.
Se calcula que entre 2013 y 2018 el conflicto provocó la muerte de unas 400.000 personas. Además, unos cuatro millones huyeron de sus hogares, de los cuales más de dos millones se refugiaron en países vecinos como Uganda, Etiopía, Sudán y Kenia. Ciudades enteras quedaron destruidas, la economía colapsó y el tejido social se resquebrajó bajo la lógica de venganzas cruzadas.
Diversos intentos de paz buscaban frenar la violencia. El primero llegó en 2015, pero se rompió en pocos meses. En 2018, bajo presión internacional y mediación de organismos regionales africanos, se firmó un nuevo acuerdo que permitió formar un gobierno de unidad en 2020 con Machar reincorporado como vicepresidente. Desde entonces, los combates a gran escala disminuyeron, pero la inseguridad no desapareció: enfrentamientos entre comunidades, violencia sexual, saqueos y hambruna continúan afectando a millones de personas.
A nivel económico, Sudán del Sur depende casi exclusivamente del petróleo, que representa cerca del 90% de sus ingresos. Sin embargo, la corrupción, el mal manejo de recursos y los bajos precios internacionales limitaron cualquier posibilidad de desarrollo. El país es hoy uno de los más pobres del planeta: más del 75% de la población vive en situación de inseguridad alimentaria, y gran parte depende de la asistencia humanitaria internacional para sobrevivir.
El futuro sigue siendo incierto. Aunque el gobierno de unidad continúa funcionando, los plazos para la redacción de una nueva Constitución y la celebración de elecciones democráticas se han pospuesto en varias ocasiones. La desconfianza entre las élites políticas, las divisiones étnicas y la fragilidad institucional dificultan avanzar hacia una paz duradera.
Más de una década después de su independencia, Sudán del Sur representa un caso paradigmático: un país que nació con grandes esperanzas, pero que quedó atrapado en el círculo de la violencia, la pobreza y la dependencia externa. Su estabilidad no solo es crucial para sus propios ciudadanos, sino también para la seguridad de toda la región del Cuerno de África.