30/09/2025 - Edición Nº966

Internacionales

Declive nocturno

Francia pierde discotecas y la Generación Z abandona el techno

29/09/2025 | El cierre masivo de clubs refleja un cambio cultural en los jóvenes, que hoy prefieren ocio digital y reuniones privadas.



En Francia, la vida nocturna atraviesa su momento más crítico en décadas. A comienzos de los años ochenta, el país contaba con más de 6.000 discotecas abiertas al público. Hoy, esa cifra se redujo drásticamente a unas 1.400, lo que supone una caída del 75 % en apenas cuatro décadas. El golpe no solo se siente en el negocio de las discotecas tradicionales, sino también en los templos de la música electrónica, donde el techno y el house habían alcanzado un lugar central en la cultura juvenil europea.

La Generación Z se perfila como protagonista de este cambio. Según encuestas recientes, siete de cada diez jóvenes franceses prefieren quedarse en casa los fines de semana. El ocio nocturno que antes se concentraba en clubs y pistas de baile ahora se sustituye por maratones de series, videojuegos, redes sociales o reuniones privadas conocidas como botellones. Casi la mitad de esta franja etaria admite que nunca pisa una discoteca, una tendencia que se acentuó tras la pandemia de COVID-19, cuando descubrieron que podían socializar sin pagar entradas, taxis ni bebidas a precios elevados.


Un bar parisino: espacios íntimos y modernos donde los jóvenes buscan socializar fuera de las discotecas tradicionales.

El fenómeno no es exclusivo de las grandes ciudades: tanto en París como en pueblos medianos, los locales cierran de manera progresiva. La crisis económica, los costos de mantenimiento y la falta de relevo generacional entre los asistentes aceleran la desaparición de espacios que, durante décadas, fueron considerados puntos de encuentro y centros de socialización.

Frente a este panorama, la industria intenta reinventarse con propuestas que combinan música, tecnología y cultura. Una de las más destacadas es Cercle Odyssey, un proyecto inmersivo que mezcla shows electrónicos con proyecciones digitales en 360 grados y escenarios monumentales que trasladan al espectador a entornos virtuales. La experiencia busca transformar un simple recital en un viaje multisensorial capaz de competir con las opciones de ocio digital que hoy seducen a los jóvenes.


Jóvenes disfrutan de videojuegos y maratones de series en casa, la alternativa que reemplaza cada vez más la salida a discotecas.

Otro ejemplo es la exposición Clubbing en París, que reúne historia, arte y performances en torno a la cultura nocturna. Lejos de limitarse a la pista de baile, la muestra invita a reflexionar sobre la estética, la moda y el papel social que tuvieron las discotecas desde los años setenta hasta la actualidad. El objetivo es resignificar el clubbing como un fenómeno cultural más amplio y no solo como un espacio para bailar.

También surgen festivales híbridos, que combinan música electrónica con gastronomía, actividades artísticas y propuestas diurnas para atraer a un público más diverso. La lógica detrás de estas iniciativas es clara: si los jóvenes ya no salen de noche como antes, hay que llevar la experiencia hacia formatos novedosos, inclusivos y compatibles con sus hábitos.

Sin embargo, especialistas advierten que el problema es estructural y que la tendencia parece difícil de revertir: cada año se pierden salas en todo el país. La pregunta que sobrevuela es si esta transformación cultural, que ya marcó el fin de una era en Francia, podría replicarse en otros países. ¿El techno y la electrónica quedarán como reliquias de otra época, o lograrán reinventarse para conquistar a una generación que ya no se identifica con la noche?