
Javier Milei comienza la semana con un respaldo que no es menor: el explícito apoyo político y financiero de Estados Unidos, con promesas de asistencia que en la Casa Rosada se interpretan como un espaldarazo decisivo. Pero esa espalda externa, lejos de disipar los problemas, multiplica la presión: ahora la mirada se concentra en su capacidad para gestionar hacia adentro, tanto en el Congreso como en su vínculo con los gobernadores y en las tensiones de su propia alianza.
En el plano legislativo, la oposición prepara nuevos movimientos. En Diputados ya se rechazaron los vetos presidenciales al financiamiento universitario y a la emergencia pediátrica que incluía al Hospital Garrahan, un golpe que mostró con crudeza el aislamiento parlamentario del oficialismo. Ahora el Senado aparece como la próxima prueba: se espera que la oposición intente insistir también allí con esas mismas leyes, aunque todavía resta definir si contarán con los votos para repetir la jugada. Además, esta semana puede avanzar el debate en comisiones de la iniciativa que busca limitar el uso de los DNU: un tema sensible, porque es la herramienta que Milei más utilizó en sus primeros meses de gobierno.
En simultáneo, el Congreso está impulsando la interpelación a Guillermo Francos, bajo acusaciones de obstaculizar la aplicación de leyes aprobadas, demoras conspirativas en despachos y decisiones administrativas controversiales. Esa medida busca no solo una explicación formal, sino convertirse en una señal política: ningún funcionario puede sustraerse del control legislativo. Además, otros temas sensibles acechan: la urgencia por sancionar reformas laborales que flexibilicen empleo, la presión para reasignar partidas educativas provinciales y el reclamo de intendentes por fondos de infraestructura retenidos. Estas batallas no son secundarias: todas implican decisiones que impactan diariamente en los distritos y tensan el tejido político más allá del marco nacional.
El frente con los gobernadores también marca agenda. Tras el mal resultado electoral en Buenos Aires, los mandatarios provinciales reforzaron la coordinación bajo el sello de “Grito Federal”. En Bariloche seis gobernadores plantearon que no aceptarán un vínculo asimétrico y que la discusión presupuestaria debe incluir transferencias y obras. Milei, que durante meses los descalificó, ahora ensaya señales de apertura con la renovación del Ministerio del Interior, pero queda por ver si ese gesto se traduce en recursos concretos o en acuerdos reales.
Dentro de La Libertad Avanza, la tensión tampoco cede. La reunión que encabezaron Karina Milei y Santiago Caputo en Casa Rosada reflejó que la mesa chica intenta ordenar la campaña y, al mismo tiempo, contener un frente interno con fisuras. La votación en Diputados expuso la fragilidad de los acuerdos con el PRO, donde hubo legisladores como Silvia Lospennato que rompieron la disciplina y votaron en contra del oficialismo. Esa escena reveló que los pactos extorsivos que sostenían la coalición tienen límites cada vez más visibles.
La conclusión es clara: Milei tiene espalda internacional, pero la pregunta es si tendrá muñeca doméstica. El apoyo de Washington lo legitima como pocos presidentes argentinos antes, pero también lo deja más expuesto en sus errores. Ya no puede explicar sus fallas como aislamiento: ahora se espera que negocie, que gestione y que construya gobernabilidad. Gobernar con respaldo externo pero sin consenso interno no puede funcionar bien.