
El 29 de septiembre, Día del Diplomático en la Argentina, pasó como si no existiera. Ni un saludo en redes, ni un comunicado oficial, ni mucho menos una recepción en el Palacio San Martín. El ministerio que debería ser la cara del país en el exterior eligió el silencio. Y ese vacío habla más que cualquier discurso: la Cancillería está rota por dentro.
La crisis no nació ayer. Viene de arrastre desde que Leopoldo Sahores, vicecanciller en tiempos de Diana Mondino, intentó contener a un cuerpo diplomático cada vez más escéptico. Su reemplazo, Eduardo Bustamante, apenas duró unos meses en el cargo: cayó tras la polémica misión en Guinea Ecuatorial, donde el embajador Juan Ignacio Roccatagliata -presentado como “diplomático de carrera”- entregó una nota de amistad al régimen de Teodoro Obiang mientras la isla de Annobón era reprimida a sangre y fuego.
La visita del Embajador #Juan Ignacio #Roccatagliata, es el testimonio del firme compromiso de la República Argentina de seguir fortaleciendo las excelentes relaciones de amistad con Guinea Ecuatorial, como dos países hispanohablantes y del Sur global. pic.twitter.com/W9bsz1YGU2
— Embajada Guinea Ecuatorial en Etiopía (@guinea_en50642) May 15, 2025
El episodio dejó a la Argentina pegada a uno de los dictadores más longevos del planeta y se convirtió en un bochorno internacional con firma local. Desde la renuncia de Bustamante, el cargo de vicecanciller sigue vacante. Una señal inequívoca de desinterés político: nadie conduce la vida interna del Palacio San Martín.
En ese vacío, el canciller Gerardo Werthein juega su propio partido. Viaja, se reúne con aliados y amigos de su círculo personal, y teje relaciones útiles para sí mismo más que para el Estado. Mientras tanto, los diplomáticos de carrera sobreviven refugiados en los privilegios de siempre: sueldos altos, autos oficiales, recepciones con copas de cristal, embajadas con vista a Fórmula 1 o gimnasios de lujo. Como ya se describió en investigaciones recientes, más que un servicio exterior parece un club de beneficios en el extranjero.
A la torpeza de Annobón se suman otros traspiés: el grito de “¡Viva el Rey!” en pleno acto que exhibió la sumisión protocolar del servicio exterior, los escándalos por embajadas convertidas en mansiones privadas, y ahora el saludo de Milei a Kosovo, un gesto que rompe con décadas de política argentina y abre tensiones innecesarias con Serbia y otros aliados. Todo bajo la lógica de la “economía de la confianza holográfica”: diplomacia improvisada, guiada por la ansiedad de un tweet y no por un plan estratégico.
Kosovo President Osmani shares dozens of pictures from Pres. Trump reception including greetings with Argentina's Milei, Azerbaijan's Aliyev and Australia's Albanese. And, apparently a first row seat of Trump's speech :) pic.twitter.com/tq6OjOaX0Q
— Xhemajl Rexha (@xhemajl_rexha) September 27, 2025
El silencio en el Día del Diplomático no fue un descuido: fue un símbolo. Una postal de un ministerio que ni siquiera se habla a sí mismo.
Y lo más irónico: en un gobierno que predica contra la “casta”, la única casta que sigue blindada -con choferes, copas de cristal, shopping de réplicas de primeras marcas y gimnasios con vista al Caspio- es la diplomática. La diferencia es que ya no representa a la Argentina: se representa a sí misma.