
La crisis económica internacional y el aumento de la deuda pública han puesto bajo presión a los países en desarrollo. Sin embargo, expertos advierten que detener la lucha contra la pobreza tendría consecuencias devastadoras, no solo en términos sociales, sino también en la estabilidad política y económica. La reducción de la pobreza se presenta como una condición esencial para el crecimiento sostenible.
Estudios recientes muestran que una caída de diez puntos en los índices de pobreza puede incrementar hasta en 1,2% el PIB per cápita anual, lo que implica un impacto inmediato en el bienestar de millones de personas. Para naciones como República Democrática del Congo o Paraguay, esta diferencia representa años de avance económico y social.
Uno de los pilares fundamentales señalados por organismos de desarrollo es el acceso universal a la electricidad. Proyectos como Misión 300, que busca conectar a 300 millones de africanos para 2030, demuestran que la energía barata es motor para la industria, la agricultura y los servicios básicos. La falta de electricidad, en cambio, mantiene a comunidades enteras atrapadas en un ciclo de dependencia y atraso.
El acceso energético no solo mejora la productividad, sino que además permite la llegada de servicios educativos y sanitarios. Escuelas iluminadas, hospitales con equipamiento funcional y agricultores con sistemas de riego eficientes son ejemplos de cómo la energía puede transformar la vida cotidiana y crear oportunidades.
La inversión en educación, salud y nutrición infantil es otro de los ejes estratégicos. Programas de intervención temprana en Jamaica lograron aumentar hasta un 37% los ingresos de los beneficiarios a lo largo de su carrera laboral. Estos datos evidencian que apoyar a los niños desde la primera infancia no es un gasto, sino una inversión con retornos a largo plazo.
El Programa Mundial de Alimentos estima que cada dólar destinado a alimentación escolar puede generar hasta nueve dólares en beneficios multisectoriales, desde mejoras en la salud hasta incremento de la productividad futura. La creación de capital humano resulta así en un multiplicador económico y social.
La construcción de corredores transfronterizos, como el Abiyán-Lagos en África o el Vial de Nacala, revela el potencial de la integración regional. Estas obras facilitan el comercio, reducen costos logísticos y fomentan el empleo, ampliando las oportunidades de desarrollo para millones de personas.
La interconexión de países a través de vías, puertos y redes digitales fortalece la competitividad de los mercados locales. De esta forma, se logra atraer inversión privada y generar ecosistemas que pueden sostener la reducción de la pobreza en el tiempo.
El Banco Africano de Desarrollo y el BID plantean que los Derechos Especiales de Giro del FMI pueden convertirse en una herramienta clave. Cada dólar en DEG reasignado puede multiplicarse entre tres y ocho veces en inversión, lo que desbloquearía miles de millones destinados a proyectos de energía, agricultura y tecnología verde.
Por ejemplo, canalizar 1.000 millones de dólares en DEG hacia América Latina podría generar hasta 8.000 millones en financiamiento, suficientes para impulsar programas de nutrición, transferencias directas y servicios básicos para millones de hogares vulnerables. El efecto multiplicador es considerado un instrumento decisivo para acelerar la reducción de la pobreza.
La pobreza en el mundo está en declive ✅
— Yayi Morales (@yayimoralesok) October 1, 2025
No se destruye, sino que se crea riqueza 🚀
La principal consecuencia es que la gente vive mejor.
Pocos países han ido a contramano del resto, perdiendo décadas de crecimiento y bienestar. Lamentablemente, uno de ellos fue Argentina 🇦🇷 pic.twitter.com/KsP24H1KhB
El debate sobre la sostenibilidad fiscal no puede invisibilizar la evidencia: invertir en reducción de la pobreza genera beneficios económicos y sociales mucho mayores que su costo inicial. Detener estas políticas significaría prolongar la exclusión y abrir espacio a la inestabilidad.
En un mundo donde la desigualdad se profundiza, priorizar programas de desarrollo humano y financiero no es solo un acto de justicia, sino una estrategia racional. La pobreza no debe verse como un problema eterno, sino como un desafío que puede y debe resolverse con decisiones políticas firmes.