
El jueves 2 de octubre de 2025, la ciudad de Manchester quedó marcada por un episodio que mezcla dolor, confusión y controversia. Durante la jornada de Yom Kipur, la fecha más sagrada del calendario judío, un hombre embistió con su automóvil a varias personas reunidas frente a una sinagoga en el barrio de Crumpsall, para luego atacar con un cuchillo a quienes encontró en su camino. La policía llegó al lugar pocos minutos después y abatió al agresor, identificado como un ciudadano británico de origen sirio de 35 años.
El saldo del ataque fue de dos muertos y tres heridos, aunque con un dato que desató una fuerte polémica: una de las víctimas fatales no habría muerto por acción del atacante, sino por disparos efectuados por la propia policía en medio del operativo. Las investigaciones preliminares señalan que la herida que acabó con la vida de uno de los hombres coincide con un proyectil de los agentes. El hecho abrió un debate inmediato sobre los protocolos de seguridad y el uso de la fuerza en escenarios de emergencia.
Las autoridades identificaron al agresor como Jihad Al-Shamie, ciudadano británico de 35 años y de ascendencia siria, que llegó al Reino Unido siendo niño y se nacionalizó en 2006. El apellido “Al-Shamie” se traduce como “el sirio”, aunque aún no se sabe si corresponde a su nombre de nacimiento. Según el Ministerio del Interior, el hombre no era conocido por la policía ni por el programa Prevent, que busca detectar casos de radicalización. Hasta ahora no se ha podido determinar si actuó en solitario o como parte de una célula, y la investigación continúa con tres arrestos vinculados al ataque: dos hombres en sus 30 y una mujer de unos 60 años. Vecinos de su barrio en Prestwich lo describieron como un joven “sencillo y corriente”, habituado a hacer ejercicio en el patio trasero de su casa.
Actualmente se cree que el sospechoso, no poseía ningún arma de fuego y que los únicos disparos fueron realizados por el Oficial de Armas de Fuego Autorizado de la Policía del Gran Mánchester. “Tras un examen forense más profundo, se deduce que, lamentablemente, esta lesión podría haber sido una consecuencia trágica e imprevista de las medidas urgentes que mis agentes tomaron para poner fin a este brutal ataque”, detalló la nota oficial de la fuerza.
Los fallecidos fueron identificados como dos miembros de la comunidad judía local, de 53 y 66 años. Las tres personas heridas sufrieron lesiones de gravedad, algunas por el impacto del vehículo y otras por arma blanca, mientras que una más podría haber recibido un disparo accidental durante la intervención policial. El atacante, por su parte, no llevaba armas de fuego y fue neutralizado en pocos minutos.
El hecho reabrió un viejo debate en el Reino Unido sobre la preparación de las fuerzas de seguridad para actuar en espacios concurridos. Diversos especialistas señalan que los protocolos de intervención armada deben actualizarse para reducir el riesgo de bajas civiles, sobre todo en lugares de culto, escuelas y hospitales. Organizaciones de derechos humanos remarcaron que, aunque la amenaza de atentados obliga a respuestas rápidas, también es imprescindible invertir en formación, simulacros y equipamiento que minimicen los daños colaterales.
Las repercusiones alcanzaron tanto al plano político como al social. Desde la oposición se exigió transparencia total en la investigación y la publicación de los registros de las cámaras corporales de los agentes, mientras que en comunidades religiosas de distintas confesiones surgió un temor compartido: la posibilidad de que, en un intento de neutralizar atacantes, se ponga en riesgo a quienes justamente se intenta proteger. La polémica promete prolongarse en los próximos meses y podría derivar en cambios legislativos sobre el uso de la fuerza en operativos antiterroristas.
Este atentado se inscribe en una larga y dolorosa historia de ataques contra sinagogas y comunidades judías en distintas partes del mundo. Desde los atentados con explosivos en París en 1980 hasta los tiroteos más recientes en centros religiosos de Europa y Estados Unidos, los lugares de culto judío han sido objetivos recurrentes de ataques motivados por odio y antisemitismo. La elección de Yom Kipur como momento para llevar a cabo el ataque refuerza el simbolismo y la brutalidad del acto, dirigido a golpear en un día de reflexión y recogimiento.
La respuesta política no se hizo esperar. El primer ministro británico interrumpió su agenda internacional y encabezó una reunión de emergencia con las fuerzas de seguridad, ordenando reforzar de inmediato la vigilancia en sinagogas y barrios con presencia judía. El ataque fue catalogado oficialmente como terrorismo y se produjeron detenciones adicionales de personas vinculadas al agresor. En paralelo, organizaciones de la comunidad judía reclamaron mayores garantías de seguridad y condenaron que, incluso en el Reino Unido, un lugar considerado seguro y plural, sigan ocurriendo episodios de violencia religiosa.
Más allá de las investigaciones en curso y de las responsabilidades que deban establecerse, el atentado deja al descubierto la vulnerabilidad de los espacios de culto frente al extremismo y el desafío permanente que enfrentan las sociedades democráticas: actuar con rapidez para proteger a los ciudadanos sin generar nuevos riesgos para los mismos inocentes que se busca defender.