
La semana hábil que cierra hoy viernes se convirtió en un catálogo de problemas simultáneos para Javier Milei. Avanzaron las confirmaciones sobre los vínculos de José Luis Espert con el empresario Fred Machado, acusado de narcotráfico en Estados Unidos. La justicia argentina admitió testimonios y pruebas que dan veracidad a los vuelos, transferencias y contactos entre ambos, mientras que en el frente norteamericano se ratificó la conexión financiera.
Ya no se trata de sospechas: el propio piloto de Machado declaró bajo juramento haber trasladado a Espert en varias oportunidades. Es un escándalo que compromete no solo a una figura de la coalición, sino a la idea de transparencia con la que el oficialismo intentó diferenciarse.
En paralelo, el Senado sancionó dos leyes que el Ejecutivo había intentado bloquear con veto: el financiamiento universitario y la emergencia pediátrica para el Garrahan. El oficialismo quedó en minoría y no pudo evitar que la oposición insistiera con medidas que representan un piso social de legitimidad muy difícil de discutir: salud y educación. No es casual que la calle acompañara esas votaciones con movilizaciones masivas. La combinación de la presión social con las mayorías parlamentarias muestra que el veto presidencial, utilizado como símbolo de autoridad, no garantiza obediencia.
A eso se suman los números de la economía. El dólar oficial escaló por encima del 3 % en una sola jornada, el riesgo país volvió a superar los 1.200 puntos y los bonos argentinos se desplomaron. El Banco Central quemó reservas en una intervención que no logró frenar la corrida, reforzando la percepción de que el margen de maniobra es cada vez más estrecho. El discurso de disciplina fiscal se desgasta frente a la evidencia de que el mercado no compra promesas, sino certezas.
La conclusión no es solo que Milei perdió batallas en distintos frentes, sino que se empiezan a acumular esquirlas en su forma de construir poder. Un aliado salpicado por dinero sucio, un Congreso que le marca límites, una economía que no responde al libreto. El apoyo internacional de Estados Unidos sigue vigente, pero lo expone todavía más: cuanto más fuerte el respaldo externo, más desnudo queda cuando tropieza en lo interno. Una semana negra que revela que el problema no es solo de estilo, sino de sustancia: el gobierno necesita menos gritos y más soluciones concretas, porque cada traspié ya no se mide solo en votos o en titulares, sino en la credibilidad que se erosiona a gran velocidad.