La relación entre Rusia y Corea del Norte ha dejado de ser un entendimiento pragmático para convertirse en una alianza de combate probada en el terreno. Según un análisis de The Diplomat, la cooperación ha escalado hasta integrar a Pyongyang en el suministro de armas, transferencia tecnológica y coordinación militar con Moscú, en un contexto marcado por la guerra en Ucrania y la creciente confrontación con Occidente.
Desde 2022, Corea del Norte ha enviado municiones y proyectiles para reforzar al ejército ruso, mientras Moscú explora la posibilidad de transferir tecnología que fortalezca el arsenal norcoreano. Este intercambio, inédito en décadas recientes, simboliza la madurez de un vínculo que ha pasado de la conveniencia a la interdependencia estratégica.
El acercamiento entre ambos líderes quedó consolidado en cumbres recientes entre Vladimir Putin y Kim Jong Un, donde se acordó intensificar la cooperación en defensa. La presencia de delegaciones militares de alto nivel en estas reuniones evidencia un compromiso más allá de la retórica: un pacto operativo con implicancias directas para la seguridad regional.
La guerra en Ucrania aceleró este proceso. Aislada por sanciones internacionales, Rusia encontró en Pyongyang un proveedor dispuesto a desafiar los embargos. Para Corea del Norte, el beneficio es doble: acceso a divisas, alimentos, energía y un socio político con asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Esta alianza genera alarma en Estados Unidos, Corea del Sur y Japón, que ven la posibilidad de un flujo de tecnología avanzada hacia Pyongyang y un fortalecimiento de su capacidad nuclear y de misiles. Analistas advierten que la cooperación ruso-norcoreana no solo busca responder al presente, sino construir un frente común capaz de disputar influencia en Asia y más allá.
A nivel diplomático, Moscú podría utilizar a Pyongyang como carta de negociación en la península coreana, mientras que el régimen de Kim gana protección frente a sanciones y presión internacional. Ambos regímenes, aislados en distintos grados, hallan en esta alianza un mecanismo de supervivencia y proyección.

El eje Rusia-Corea del Norte refleja un nuevo equilibrio en el tablero global, donde las alianzas autoritarias se fortalecen ante la presión de Occidente. Más que una alianza simbólica, se trata de un pacto probado en la práctica militar y en la convergencia estratégica. Para el resto del mundo, el desafío será contener los riesgos de esta cooperación sin subestimar su alcance real.