
El reciente apagón que dejó sin luz a amplias zonas de España y Portugal el 28 de abril -el mayor corte en la península en más de dos décadas- guarda una particularidad hasta ahora inédita: fue provocado por un exceso de voltaje. Un último informe técnico lo señala como la causa directa, lo que lo convierte en el primer caso documentado de apagón por “sobretensión” a esta escala en Europa.
Durante la tarde de ese 28 de abril, sistemas de transmisión eléctrica operaban dentro de lo habitual, pero de forma sorpresiva una subida excesiva de tensión (voltaje) generó un desequilibrio en la red eléctrica. Esa sobretensión desestabilizó componentes clave -como transformadores o líneas de transmisión- provocando fallas en cadena que terminaron cortando el suministro en muchas ciudades y dejando trenes detenidos.
A diferencia de apagones comunes, donde la causa suele ser una sobrecarga de demanda, fallas mecánicas, eventos climáticos o incluso errores humanos, este incidente representa un fenómeno poco estudiado: la energía circuló con un nivel de voltaje demasiado alto para los equipamientos del sistema.
Históricamente, las investigaciones de apagones se concentran en aquello que “no dio abasto” -una línea que no aguantó, generadores insuficientes, corte por tormentas-. Pero el caso ibérico marca un precedente: por primera vez, un corte masivo es atribuido principalmente al manejo interno del voltaje. Este hallazgo obliga a repensar protocolos de control y vigilancia en las redes eléctricas: más allá de cuidar cuánta electricidad se produce y se consume, ahora también importa cómo se regula su intensidad.
El informe detecta que en los momentos previos existe pérdida de datos de algunas centrales eléctricas, lo que dificulta reconstruir con total precisión qué falló primero o qué disparó la escalada de tensión.
También se descarta que haya habido un ataque cibernético o que la transición energética basada en renovables haya sido el factor determinante. Las autoridades sostienen que la interconexión entre redes europeas —es decir, la capacidad de compartir electricidad con países vecinos— no habría evitado el apagón, aunque podría haber facilitado una recuperación más rápida.
El apagón dejó varias enseñanzas que los operadores no podrán pasar por alto. Los gobiernos de España y Portugal ya solicitaron apoyo a instancias europeas para reforzar las conexiones externas de sus redes eléctricas, convencidos de que una mayor interconexión puede dar más seguridad y velocidad de respuesta en situaciones críticas. Al mismo tiempo, los operadores trabajan en sistemas de monitoreo más sensibles para vigilar en tiempo real las oscilaciones de voltaje, capaces de detectar alteraciones antes de que se conviertan en una crisis.
Los ingenieros coinciden en que la lección principal es que no basta con garantizar la cantidad de energía disponible: la calidad del flujo eléctrico también debe ser controlada con mayor precisión. De aquí en adelante, las auditorías técnicas no solo se enfocarán en la potencia y la capacidad de las redes, sino también en cómo se comporta la electricidad dentro de ellas. Este cambio de enfoque, impulsado por un evento tan inesperado, podría marcar un antes y un después en la gestión de los sistemas eléctricos europeos.