
El Senado bonaerense volvió a sesionar después de más de 90 días de parálisis, pero el eje de la jornada terminó siendo el fracaso del endeudamiento pedido por Axel Kicillof. La vicegobernadora Verónica Magario no logró juntar los votos necesarios, producto de una combinación letal: la interna peronista y la presión de la oposición.
El proyecto impulsado por el Ejecutivo provincial contemplaba la toma de deuda de hasta US$1.045 millones, además de la emisión de letras en pesos equivalentes a 250 millones de dólares y la prórroga de siete emergencias. Sin embargo, la propia bancada oficialista mostró fisuras. La jefa del bloque, Teresa García, le habría dicho a Magario en plena Labor Parlamentaria que “así esto no sale”, dejando en claro que el endeudamiento debía negociarse junto con los cargos vacantes en la Suprema Corte bonaerense, el Banco Provincia y otros organismos clave.
La oposición, lejos de tender puentes, aprovechó la falta de cohesión del oficialismo para endurecer su postura. Bloques de la UCR Cambio Federal, el PRO y la Coalición Cívica coincidieron en reclamar que el gobierno provincial rinda cuentas antes de habilitar nueva deuda. El mensaje fue claro: sin acuerdos amplios y sin cubrir cargos pendientes, no habrá aval para Kicillof.
La escena mostró a La Cámpora y a sectores del peronismo jugando en tándem con la oposición, un dato que expone la fragilidad del gobernador dentro de su propio espacio. Con las elecciones cerca, los sectores internos buscan acumular poder y condicionar a Kicillof, mientras la oposición mide los tiempos para capitalizar el desgaste.
La sesión terminó con un cuarto intermedio y un temario reducido a proyectos menores, sin el endeudamiento en discusión. Para Kicillof fue un traspié político: su pedido no solo quedó bloqueado, sino que la foto final lo dejó aislado, sin el respaldo pleno de los suyos y con la oposición firme en su estrategia.
En la Legislatura circula la idea de que el tema podría volver a discutirse la semana próxima, pero incluso dentro del oficialismo reconocen que el contexto electoral vuelve casi imposible cualquier acuerdo de fondo. El mensaje, tanto de aliados como de adversarios, fue unívoco: sin negociación política real, no habrá cheque en blanco para el gobernador.