
En un paso histórico hacia la protección del medioambiente, Noruega anunció que se convertirá en el primer país del mundo en implementar una política de adquisiciones públicas libres de deforestación. Esto significa que el Estado no comprará alimentos, maderas u otros productos que estén asociados con la destrucción de bosques tropicales, una de las principales causas del cambio climático.
La medida busca enviar un mensaje claro: los recursos públicos no deben financiar actividades que contribuyan a la pérdida de selvas, ecosistemas que cumplen un rol vital en la absorción de dióxido de carbono y en la preservación de la biodiversidad. El alcance de esta decisión abarca desde insumos de uso cotidiano hasta contratos más grandes, lo que podría tener un efecto dominó en cadenas de suministro internacionales.
No es la primera vez que Noruega marca el camino. Desde hace más de una década, el país nórdico ha destinado miles de millones de dólares a fondos internacionales para proteger bosques en Brasil, Indonesia y África Central. Con este nuevo paso, deja de ser solo un financiador y se convierte en un ejemplo concreto de coherencia entre su política climática interna y sus compromisos globales.
Las selvas tropicales han sido históricamente taladas para ampliar la frontera agropecuaria, con especial impacto en la producción de carne vacuna, soja y aceite de palma. Estos productos no solo abastecen a los países productores, sino que llegan a los mercados europeos y asiáticos, generando una demanda que acelera la deforestación. Se calcula que más del 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero provienen de la pérdida de bosques.
La decisión noruega llega en un contexto de creciente presión internacional para frenar la deforestación antes de 2030, un compromiso asumido en varias cumbres climáticas recientes. Si otros Estados europeos adoptaran medidas similares, el cambio podría transformar la forma en que se producen y comercializan bienes a nivel mundial, obligando a las empresas a garantizar que su cadena de suministro sea limpia y sostenible.
Además, esta política representa un golpe de timón frente a décadas en las que el desarrollo económico estuvo asociado a la explotación ilimitada de los recursos naturales. Con un Estado que destina gran parte de su riqueza petrolera a un fondo soberano de inversión considerado uno de los más grandes y responsables del planeta, Noruega muestra que el poder económico puede orientarse hacia la protección ambiental en lugar de su destrucción.
En un momento en el que los incendios forestales, las sequías y la pérdida de hábitat afectan a millones de personas y especies en todo el mundo, la decisión noruega no solo tiene un peso simbólico: también plantea un modelo que podría acelerar el cambio hacia un consumo más responsable y sostenible a escala global.