06/10/2025 - Edición Nº972

Opinión


Altares del Siglo XXI

Un pueblo que camina con fe y esperanza

05/10/2025 | La peregrinación a Luján es el abrazo más grande de la fe popular y se descubre en las historias que cada uno carga en su mochila, promesas, agradecimientos y sueños que laten al ritmo de los pasos.




El primer fin de semana de octubre vuelve a ponerse en marcha ese país de a pie que, de Liniers a la Basílica de Luján, hace de la ruta un gran abrazo, sesenta kilómetros donde se mezclan promesas y silencios, el cansancio que afloja las piernas y la convicción que endereza el alma, jóvenes y no tan jóvenes, familias completas, amigos que se empujan con una sonrisa, voluntarios que alcanzan agua y un aliento, curas y servidores, mochilas con intenciones ajenas y propias, la imagen peregrina que pasa y nos anima el corazón, y un sentimiento inexplicable que nos dice que vale la pena seguir, porque en el pueblo que camina descubrimos una fe sencilla y concreta, que se ve en el mate compartido, en el voluntario que alcanza agua o en el abrazo que anima a no aflojar.

La Pere de Luján es mucho más que una multitud en marcha, es un camino donde se aprende a ser hermanos. A lo largo de la caminata se aprende a escuchar y a escucharse, a agradecer por lo que se tiene y a pedir por lo que falta, a aceptar el ritmo del otro, a descubrir que el dolor compartido pesa menos y que la alegría compartida se multiplica

La tradición tiene historia, desde 1975 la columna nace en San Cayetano, en Liniers, y avanza hasta el santuario nacional de la Virgen de Luján, sesenta kilómetros que año tras año se convierten en un rito común de fe, este 2025 bajo un lema: “Madre, danos amor para caminar con esperanza”. Es la edición cincuenta y uno, y vuelve a ser el primer fin de semana de octubre, el país mira a la Patrona y vuelven a ponerse en marcha.


Una Argentina que todavía sueña camina hacia Luján, y cada paso se sostiene en el amor que se comparte, en la fe que nos levanta y en la esperanza que nos empuja a seguir.

Pero la fe popular en la Argentina es mucho más ancha que la ruta a Luján, y hay que decirlo con mucho orgullo. Está la Virgen del Milagro en Salta, está la Virgen del Valle en Catamarca, está la Virgen de Itatí en Corrientes, está la Virgen de la Merced en Tucumán, y en tantas localidades del país, está la Virgen de Río Blanco y Paypaya en Jujuy, está la Virgen de Huachana en Santiago del Estero o la Virgen de Loreto en Misiones. 

Cada provincia tiene su santuario, su fiesta patronal, su peregrinación donde el pueblo se reúne a rezar y caminar junto. Son expresiones distintas de una misma certeza: que cuando el pueblo camina buscando a María, en realidad está buscando un modo más humano de encontrarse consigo mismo y con los demás.

Caminar hacia Luján es poner en movimiento lo que llevamos en el corazón. Por eso en la ruta se ven historias escondidas en cada paso, el que agradece por la salud recuperada, el que pide por un trabajo, el que recuerda a alguien que partió, el que busca paz en medio de su dolor. Cada caminante trae en silencio una súplica, un agradecimiento o una pregunta.

Y en medio del cansancio aparecen los gestos que la sostienen, una mano que ayuda, un mate que se comparte, una palabra que anima, un abrazo que renueva. En el fondo, todos llevan lo mismo: el deseo de no perder la esperanza. Y nadie llega solo a Luján; se llega siempre acompañado por las intenciones de muchos y por la fe de un pueblo entero.

Este año el lema nos pone una vara clara. Pedimos amor para caminar con esperanza, no para negar la realidad sino para atravesarla con otra mirada. Amor para curar la grieta chiquita de todos los días, para abrazar al que piensa distinto sin renunciar a las propias convicciones, para elegir palabras que no lastimen, para animarnos a construir juntos. Esperanza no como optimismo ingenuo sino como decisión cotidiana de hacer el bien aunque nadie mire, de insistir en la justicia cuando duele, de apostar a la paz cuando nos aparece la bronca.

La Peregrinación nos enseña que las cosas importantes no llegan de golpe, sino paso a paso, con paciencia. Nos recuerda que nadie avanza solo, que siempre necesitamos del otro, y que el verdadero sentido está en cuidar al más frágil. Nos muestra que la alegría no nace de lo perfecto, sino de lo compartido, de celebrar lo que sí tenemos y lo que sí logramos.

Cierro desde algo más personal. Cada vez que me tocó estar en Luján y ver llegar a alguien a la Basílica entendí que ahí pasan cosas que no entran en ninguna explicación. Vi lágrimas que no eran de tristeza sino alegría; vi abrazos que devolvían fuerza; vi silencios que hablaban más que mil palabras. Y me quedó claro que el milagro no está en llegar rápido ni en llegar perfecto, sino en haber caminado juntos.

Por eso, para esta semana, más allá de lo que cada uno crea, deseo algo sencillo, que no nos falte esperanza para dar un paso más, amor para sostener a otro y humildad para dejarnos sostener. Y que la Virgen de Luján, patrona de la Argentina, siga cuidando el corazón de este pueblo que camina.

Lo demás, como en la Peregrinación, se aprende en el camino.