
La selección Sub-20 de Brasil acaba de firmar su peor actuación histórica en un Mundial juvenil: última en su grupo, sin victorias, con apenas tres goles y una imagen desdibujada que terminó por costarle el cargo a Ramón Menezes.
El DT, bicampeón sudamericano en 2023 y 2025, no logró trasladar ese dominio regional al plano global. Y como si el fútbol brasileño necesitara más sombras, reapareció una figura que ya es símbolo de sus tropiezos: el gato.
Desde que Vinicius Rodrigues, jefe de prensa de la selección mayor, arrojó a un gato durante una conferencia en Qatar 2022, Brasil no ha vuelto a levantar cabeza. La eliminación ante Croacia, la renuncia de Tité, la lesión de Neymar, la caída ante Argentina, la salida de Diniz, la derrota en Copa América frente a Uruguay y ahora este papelón juvenil configuran una secuencia que muchos ya no atribuyen solo al azar.
La “maldición del gato” se convirtió en un relato colectivo que mezcla superstición, frustración y memoria viral. Cada nuevo fracaso reactiva el recuerdo de aquel gesto desafortunado, como si el fútbol brasileño estuviera pagando una deuda simbólica con el animal que representa la agilidad, la astucia… y la venganza silenciosa.
Ramón Menezes, que asumió en 2022 y acumuló seis torneos al frente de la Sub-20, se despide con un legado dividido: títulos regionales y fracasos globales. Su salida, tras la derrota ante España y el empate con México, marca otro capítulo en esta saga de tropiezos que, para muchos, tiene nombre felino.