Francia enfrenta un nuevo terremoto político tras la dimisión de Sébastien Lecornu, quien presentó su renuncia apenas 27 días después de haber sido designado primer ministro. La decisión se conoció menos de 24 horas después de que diera a conocer la composición de su gabinete, lo que agravó una crisis de gobernabilidad que ya se había cobrado a tres jefes de gobierno en menos de un año.
Lecornu, de 38 años, había asumido el cargo el mes pasado, tras la salida de François Bayrou, con la misión de recomponer la frágil coalición que respalda al presidente Emmanuel Macron. Pero el anuncio de su equipo de ministros generó un inmediato rechazo: la mayoría eran figuras repetidas de gobiernos anteriores, y la vuelta del exministro de Finanzas Bruno Le Maire -ahora al frente de Defensa- fue vista como un símbolo de continuidad más que de renovación.
El malestar no tardó en estallar. Desde la oposición se habló de “una farsa política”, mientras que incluso dentro del oficialismo surgieron voces críticas que cuestionaron la falta de apertura y el desgaste del macronismo tras ocho años en el poder. Fuentes cercanas al Palacio del Elíseo admitieron que la dimisión de Lecornu tomó por sorpresa al propio presidente, que esperaba una gestión más prolongada para estabilizar la situación.
La renuncia deja a Macron frente a un dilema: nombrar a un quinto primer ministro en menos de un año o avanzar hacia un eventual llamado a elecciones legislativas anticipadas, algo que el mandatario busca evitar por el riesgo de fortalecer a la extrema derecha de Marine Le Pen. La incertidumbre se extiende tanto en el plano político como en el social, con sindicatos y movimientos ciudadanos preparando nuevas movilizaciones.
Históricamente, la figura del primer ministro en la Quinta República francesa ha sido un puesto de desgaste, dependiente del equilibrio con el presidente y de las mayorías parlamentarias. Sin embargo, la sucesión de renuncias en tan poco tiempo no tiene precedentes recientes y expone una crisis estructural de liderazgo y representación que atraviesa a todo el sistema político francés.
Macron ahora debe elegir a un nuevo primer ministro que pueda contener la crisis, reordenar el Ejecutivo y recuperar cierta credibilidad política. En los pasillos de Matignon y entre los estrategas del palacio Elíseo ya circulan nombres que podrían tener chances, aunque nada está decidido.

Un candidato que corre con ventaja es Bruno Retailleau, actual ministro del Interior y recientemente elegido presidente del partido de derecha “Los Republicanos”. Su perfil duro en seguridad e inmigración le da peso en ciertos sectores conservadores, aunque también le puede complicar la aceptación en otras franjas políticas.
También suena el exministro François Bayrou, quien ya ocupó el cargo entre fines de 2024 y 2025, aunque su gestión fue criticada y desplazada por la falta de apoyos parlamentarios. Su regreso generaría resistencias dentro del arco político, pero no puede descartarse como apuesta de estabilidad en tiempos convulsos.
Los analistas coinciden en que la renuncia de Lecornu podría marcar un punto de inflexión. Con el país dividido y el gobierno debilitado, Francia se encamina hacia un escenario incierto, donde cualquier paso en falso podría precipitar un cambio de ciclo político en el corazón de Europa. Sea cual sea el elegido, deberá enfrentar un Parlamento fragmentado, una sociedad exasperada por las promesas incumplidas y urgencias económicas, sociales y de seguridad. Francia entra en una etapa de transición crítica: el nuevo primer ministro tendrá que parar la conflictividad política rápidamente o correr el riesgo de que todo el tablero cambie nuevamente.