Vico D´alessandro se consagra con el personaje de su vida

La guerra de Troya fue contada mil veces (desde La Ilíada de Homero hasta el cine de Hollywood), pero esta vez no es Aquiles el héroe, ni el campo de batalla el protagonista. En mitad de tanto fuego pone el foco en Patroclo, “el más amado por Aquiles”, y hacia una historia donde la carne que amó antes de morir se convierte en el verdadero centro del relato.

La obra está escrita por Alberto Conejero pero adaptada por Alejandro Tantanian, y la actuación de Vico D´alessandro es tal vez el punto más impresionante del espectáculo. En cada oración se nota el trabajo, el respeto, y el amor que puso el artista. La entrega es total, y la conexión con el público es difícil de explicar. Hay verdad, y eso ya lo hace consagratorio. 

Rompe constantemente la cuarta pared buscando a su Aquiles, y se convierte en hipnótico. Durante la hora de función el público pasa por todos los estadíos: desde la emoción hasta la tristeza, pasando por la excitación y la ternura. No necesita más que su mirada y su talento para contarnos una historia de amor. 

El texto es otro punto a destacar porque la letra es dificilísima y D´alessandro no tiene fisuras. La calidad de la sala de Dumont 4040, la música, el juego de pantallas, el humo y la puesta en escena nos terminan de sumergir en uno de los grandes aciertos teatrales del año. En mitad de tanto fuego es conmovedora, es un goce constante, una invitación a abrir el corazón desde la platea.

Conejero y Tantanian logran traer a la escena porteña una versión profundamente actual de un mito antiguo: donde antes había guerra, ahora hay deseo; donde reinaba el heroísmo, hoy late la vulnerabilidad. Alguna vez Vico dijo que el teatro sana, y su actuación en este caso, se termina convirtiendo en una caricia al alma. Con esta obra, D’Alessandro no sólo emociona: confirma que encontró el personaje más importante de su carrera.