
Durante décadas, el imaginario del narcotráfico en Estados Unidos estuvo dominado por nombres como El Chapo Guzmán o Pablo Escobar. Sin embargo, la realidad actual muestra un panorama distinto: el control del negocio en el país ya no depende de grandes capos extranjeros, sino de una red descentralizada de pandillas locales que gestionan la venta al por menor. En ciudades como Chicago, Los Ángeles o Filadelfia, las drogas producidas en México o Colombia llegan por rutas establecidas, pero la distribución interna es ejecutada por actores estadounidenses.
A diferencia de los grandes carteles latinoamericanos, estas organizaciones carecen de jerarquías complejas. Se trata de grupos urbanos y raciales, a menudo con presencia histórica en los barrios más marginados, que han convertido la venta de drogas en un negocio cotidiano. Su ventaja es la capacidad de mimetizarse con la economía informal, dificultando la acción de las autoridades federales. El cambio marca un punto de inflexión: el poder del narcotráfico en EE.UU. se ha vuelto doméstico y fragmentado.
A diferencia del modelo mexicano o colombiano, donde los carteles se sostenían en figuras públicas y violentas, las pandillas estadounidenses operan sin rostros conocidos. Esto reduce su exposición mediática y su vulnerabilidad judicial. Los investigadores de la DEA reconocen que no existen hoy grandes capos visibles en territorio estadounidense, sino redes difusas conectadas por interés y territorio. Las drogas -principalmente fentanilo, cocaína y metanfetaminas- se distribuyen mediante alianzas flexibles, sin necesidad de control vertical.
Esa descentralización ha permitido una mayor estabilidad del negocio. Mientras los carteles tradicionales se desmoronaban por las capturas de sus líderes, las pandillas locales se adaptan rápidamente. Su modelo recuerda al de las economías de plataforma, donde múltiples actores gestionan segmentos del mismo mercado sin depender de una cabeza central. El resultado es un sistema más resistente.
¡Otra gran extradición y un narcotraficante significativo en manos de la justicia de EE.UU.! Roberto Carlo Girón Hernández, también conocido como "Gordo" y "RC," fue extraditado a EE.UU. para enfrentar cargos ante @USAO_SDFL por coordinar con el Clan del Golfo el envío de… pic.twitter.com/lcpAfkaYwE
— US Embassy Guatemala (@usembassyguate) September 9, 2025
La expansión del consumo de fentanilo ha consolidado el dominio de los grupos estadounidenses. Las autoridades estiman que el 90% del opioide entra por la frontera sur, pero son bandas locales las que lo mezclan y venden. En este proceso, los proveedores latinoamericanos juegan un papel cada vez más secundario, limitados a la producción y envío. La ganancia principal se queda en EE.UU., lo que explica por qué los expertos ya hablan de una "norteamericanización del narco".
El fenómeno plantea un desafío político y cultural. La narrativa de la “amenaza extranjera” pierde fuerza frente a la evidencia de que el crimen está dentro de las fronteras. En lugar de capos en mansiones tropicales, el nuevo rostro del narcotráfico son jóvenes urbanos, invisibles y sin nombre. El futuro del negocio, advierten analistas, dependerá de cómo el Estado enfrente esta red dispersa que opera con lógica de mercado más que con violencia jerárquica.