
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) es un espacio político y diplomático que agrupa a los 33 países del continente, desde México hasta Argentina. Fue creada en 2010 durante una cumbre en Playa del Carmen, México, con el objetivo de fortalecer la unidad regional y reducir la dependencia de organismos como la Organización de Estados Americanos (OEA), históricamente influida por Estados Unidos.
Su nacimiento marcó un hito: por primera vez, América Latina y el Caribe construyeron una instancia propia para debatir sus desafíos comunes sin tutelajes externos. Desde entonces, la CELAC ha buscado promover la cooperación en áreas como el comercio, la salud, la educación, la ciencia, la energía y la defensa del medioambiente.
En la última década, sin embargo, la organización atravesó altibajos. Los cambios de gobierno y las diferencias ideológicas entre los países frenaron su dinamismo. Cumbres postergadas, agendas inconclusas y la falta de coordinación diluyeron su protagonismo en el escenario internacional.
Hoy, Colombia busca revertir esa tendencia. Bajo el liderazgo del presidente Gustavo Petro, el país propone reimpulsar la CELAC con una agenda práctica, moderna y sostenible. La meta es clara: que el bloque deje de ser un foro meramente declarativo y se convierta en un mecanismo efectivo para resolver los problemas de la región, desde la pobreza y la desigualdad hasta la transición energética y la crisis climática.
Bogotá promueve, además, un papel más activo de la CELAC en el diálogo con otras potencias y organismos multilaterales, para reforzar la voz del sur global en debates globales sobre migración, derechos humanos y cambio climático. Este impulso se enmarca en una tendencia más amplia de América Latina por recuperar autonomía y liderazgo internacional tras años de dispersión política.
A 15 años de su creación, el bloque regional enfrenta su prueba más importante: pasar de las palabras a la acción. Colombia apuesta a que la integración latinoamericana y caribeña no sea solo una consigna, sino una herramienta concreta para el desarrollo de los pueblos que comparten historia, idioma y desafíos comunes.