10/10/2025 - Edición Nº976

Entretenimiento

Cine Argentino

Así se hizo Nadie va a escuchar tu grito, el slasher rodado en el conurbano

08/10/2025 | Mariano Cattaneo fue el director de esta película de terror protagonizada por Sol Wainer, que la semana pasada estrenó en las salas.



El terror vive un gran presente en las salas pero lo que está haciendo el cine argentino en materia de género desde hace un tiempo, es para destacar. Porque así como Cuando acecha la maldad volvió locos a los espectadores el año pasado, lo propio hizo Historia de lo oculto que hasta fue elegida como la mejor película de terror por los usuarios de Letterboxd a nivel global. Y si nos vamos más atrás, como dice Mariano Cattaneo, siempre vamos a encontrar algún ejemplo como en su momento lo fue Aterrados.

Mariano Cattaneo es el director y guionista de Nadie va a escuchar tu grito, una propuesta enmarcada dentro de un género históricamente asociado al cine norteamericano como el slasher (Scream, Sé lo que hicieron el verano pasado), que acá tuvo el desafío de trasladar sus reglas y su universo a la idiosincrasia argentina. Con Mariano hablamos en El Living de NewsDigitales sobre cómo fue darle forma a esta película que parte de la premisa de un asesino serial que se carga a sus víctimas en medio de los partidos de Argentina en el Mundial de Italia 1990.

-¿El título es un homenaje a los Redonditos de Ricota? ¿De dónde salió?

-No. Es una cuestión lógica de lo que significa la película. O sea, mientras que toda la gente está en sus casa encerrada, mirando la tele, lo que pase afuera, si gritás, nadie te va a estar escuchando.

-¿Cómo llegás a pensar en los 90, en el Mundial de los 90?

-Es el primer mundial que vi consciente. ¿Cómo llega? Bueno, principalmente llega por la necesidad de hacer un slasher, este subgénero de terror, donde hay un enmascarado, hay adolescentes perseguidos. Muy clásico en Scream, Halloween. Soy muy fanático del subgénero y quería hacer una película slasher, pero que se sienta nuestra. Porque el subgénero slasher es bastante anglosajón. Estamos muy acostumbrados a las reglas, la noche de graduación. Entonces dije, bueno, quiero que sea un slasher, pero que puedan funcionar las mismas reglas acá en Argentina y que sientas que este tipo pudo haber estado acá. Todas estas mismas combinaciones que vimos en otras películas, pero que sea nuestro. Entonces, eso fue lo principal, el objetivo: el desafío era hacer que la película sea argentina. Entonces, ahí lo primero que se me vino fue buscar un tema que tenga fuerza. Y se me vino la idea esta de que cuando estamos cuando el mundial, el fútbol es una pasión del argentino, nos compenetra demasiado, y cuando están los mundiales estamos todos encerrados en nuestras casas y las calles quedan vacías. Entonces, dije, "qué buen lugar para que un tipo salga a matar gente”. Es novedoso. ¿Funciona? Funciona.

Ahora, ¿cómo llega a los 90? Primero y principal, hace mucho tiempo leí una noticia, un creepypasta, estas leyendas urbanas modernas, que hablaba sobre un norteamericano que había comprado en una tienda de garage una caja con cosas analógicas y en ellas estaba un cassette de audio que incluía un llamado telefónico de Richard Ramírez, que es el acechador nocturno, un asesino norteamericano conocido. Después de su llamado telefónico venía una y otra vez grabada todo el cassette con “Devil inside” de INXS. Entonces, decían que era el cassette que usaba el tipo para llamar a sus víctimas, lo cual es falso porque el tema de “Devil Inside” salió después de que lo atraparon. Pero la idea me pareció espectacular, digo, la voz del asesino en un cassette. Entonces, esa idea se me quedó. Empezaron, a matchear esas dos ideas, la idea de un mundial y la idea del cassette, algo analógico, y automáticamente me trasladé a los 90, porque fue el auge, acá en Argentina, de lo analógico, el cassette, las tiendas de disco, las bandas rockeras. Llegaba mucho Mötley Crüe, Guns N' Roses, Bon Jovi y todo eso.

Y el 90 también fue muy simbólico. Primero fue un gran mundial por dos razones. Primero que toda la gente tenía televisión en su casa, entonces, había esta necesidad de estar pegado a la pantalla. Y llegamos a la final y también fue doloroso. Entonces hay algo ahí en el paralelismo con la película que dije, "Che, acá hay algo también. Hay algo con el sentimiento, hay algo”.

Normalmente se dice que cuando uno tiene que hacer una película tiene que tener dos ideas que sigan un camino. Entonces, por un lado fue lo del asesino matando en las calles vacías y por el otro lado esta idea de que una chica que trabaja en una disquería hace compilados de cassette y de repente descubre que el asesino está relacionado con el lugar donde trabaja. 

-¿Cómo llegás a los 90 artísticamente? ¿Cómo fue esa parte de hacer el recorte?

-Fue un trabajo tremendo entre, obviamente, producción, arte y vestuario, ¿no? O sea, es un triángulo ahí de trabajo bastante grande. Es una película independiente. Somos cuatro asociados, Nicolás Onetti, Ygnacio Cervio, Michael Kraetzery y yo. Entonces, había que optimizar todos los recursos posibles de la forma más creativa que teníamos. Lo que hicimos fue diseñar lo mejor posible esos 90, que son unos 90 muy particulares, que estén muy relacionados con la música. Dijimos, "Tienen que ser unos 90 musicales". Entonces, muy relacionado con esta llegada del hard rock a la Argentina y cómo se visten los pibes y todo esto. Con Tulio Billone, que es el director de arte, y Ezequiel Endelman que es el vestuarista, empezamos a ver un montón de material de la época argentino, obviamente publicidades, novelas… muy gracioso los peinados… Cada vez que le hacíamos un peinado a uno del elenco, nos cagábamos de a risa porque era, “che, esto es Montaña rusa”.

Lo que hicimos fue, primero construir en base a lo que la cámara también veía, que esto es algo obviamente necesario, sobre todo en las calles… es una película de presupuesto acotado. Hay un montón de locaciones, tenemos exteriores, tenemos noche, tenemos un montón de personajes moviéndose por ahí. Entonces, de repente, la cámara tenía que seleccionar lo que veía y lo que no. Ahí llega lo de Bernal, por ejemplo, que suceda en un barrio del conurbano. Llega porque yo nací en Bernal, entonces quería homenajearlo de alguna manera. Y segundo, porque Bernal se quedó un poco anclado en los 90, estéticamente hablando, casas bajas, chalecitos, parquecito, todo muy lindo, los arbolitos, medio Haddonfield (donde transcurre Halloween), medio suburbia norteamericano. Eso te da esa estética, te ayuda con la estética del suburbio. Tengo gente que conozco en Bernal, mi mamá todavía sigue viviendo ahí, recibí ayuda del centro audiovisual Leonardo Fabio ahí de Bernal, también habilitaron algunas calles con la policía urbana. Y entonces, todo eso empezó a cuadrar de una manera posible, digamos. Fue un trabajo enorme de arte de buscar, no en demasía, sino lo que se necesitaba.


Mariano Cattaneo.

También tratamos de que cada chico sea funcional a su estética y a su personalidad. No es que todos se visten igual, sino que hay hay algo ahí también. Por eso siempre digo que es muy musical la película. Lo hablaba con el elenco, porque son todos pibes. Con la música en los 90 o en los 80, eras lo que eras. O sea, lo que escuchabas era como te vestías, como hablabas, lo que pensabas. Por ahí, hoy la música popular es un entretenimiento. En cambio, en esa época era tu voz, era la voz del adolescente. Con Ezequiel laburamos eso desde el vestuario y que la ropa tenga que ver con eso, digamos.

-Es una película de poco presupuesto y no es solo encontrar esas cosas. Me refiero a que no es lo mismo construir una película de época con 2 pesos que con 1 millón…

-Bueno, eso es como dice Robert Rodríguez: cuando la máquina de dinero no tira más, te tenés que valer de la creatividad, ¿no? Robert Rodríguez, casi un faro ahí que alumbra. Supimos dónde gastar el dinero. Por ejemplo, la disquería. La disquería era muy importante y en un momento se planteó ir a una disquería real. Porque como hoy en día hasta los vinilos están de moda, nos iba a salir más barato. Y la verdad que, primero es muy difícil filmar una disquería real por un tema de que no la podés cerrar todo el tiempo que le íbamos a cerrar, no podés tocar todas las cosas que había que tocar y también hay mucha modernidad rodeando, por más que aparezcan vinilos, hay una modernidad, ¿viste?

Entonces dijimos, "Che, la hacemos. Alquilamos un local vacío y nos construimos la disquería como queremos nosotros y si hay que romper cosas en alguna pelea, se rompen y listo. Y si hay que romper casetes, si hay que romper discos, se rompen”. Hay una anécdota buenísima con eso porque la disquería estaba construida toda completa. Hasta el tallercito de atrás, la disquería con las bateas, todo, la vidriera con su eslogan, su vinilo, todo y hasta el cartel que había afuera. Había un cartel afuera y durante el rodaje mucha gente se metía a ver qué onda. "Ah, qué bueno que pusieron en el barrio una disquería"... Hubo uno, en particular que nos quedamos todos así como mirándolo porque era asombroso. Es un chico que viene, deja la bicicleta, la ató en el árbol, se puso en la vidriera a mirar, entró, empezó a revisar los vinilos… ¿no te das cuenta que son todos falsos? Las tapas de disco no existen… “No, pasa que ahora están viniendo muchas cosas, por ahí se ven todas las cosas importadas”, dice. Fue muy gracioso eso.

-¿Y con el tema de derechos de la música y el video?

-Cállate, niño (risas). No, fijate que en los relatos no están los apellidos, algunas personas fallecidas aparecen, otros no. De frente en la pantalla no aparece nadie. La transmisión fue comprada acá por ATC, por el viejo ATC, pero era liberada. Entonces, de alguna forma las imágenes, no como uso comercial, sino como una especie de apoyo artístico, vos las podés usar. Por las dudas evitamos los nombres.

Después lo que es música es todo original. Luciano Onetti hizo lo que es la banda sonora y después sí contamos con tres temas de una banda francesa llamada Black Rain. Busqué alguien que suene como Mötley Crüe, quería que sea muy hardrockera, la película, muy musical. Llegué a una banda francesa que es una locura lo que hacen. Los contactamos para negociar una cantidad de temas y se recoparon.

-Con el momento que está viviendo el género a nivel global y el momento que está viviendo el género particularmente acá en Argentina, ¿cómo lo ves? ¿Sentís que hay más posibilidades?

-Sí, fácil no es nunca. Hay casos muy específicos que han funcionado muy bien. Tengo colegas con los que venimos haciendo cine fantástico hace mucho tiempo. Me parece que el público empezó a acostumbrarse con el idioma, que es algo que costaba entender género terror o fantástico y nuestra idiosincrasia. Costaba, lo cual me parecía una lástima porque creo que es lo más rico que podemos tener. Me parece que era algo rico que se estaba perdiendo el espectador. No está al cien todavía habilitado, pero sí se abrió. Obviamente, casos como Aterrados, Cuando acecha la maldad, 1978, La virgen de la tosquera estrena ahora, una adaptación de María Enriquez, con Laura Casabé. Hay películas que han traspasado, de alguna manera demostraron calidad, experiencia también. Se ven muy bien, están buenas, tocan el género, pero también tocan lo nuestro.

Ayudó también que las películas fueron tan buenas, a veces al género nacional se lo mide con una vara un poco engañosa, ¿no? Nosotros estamos muy acostumbrados a consumir películas que vienen de afuera que no son buenas. No son buenas, o sea, por suerte cada uno tiene su propio gusto y te puede gustar lo que vos quieras, pero muchas veces nos comemos películas que no están tan buenas, pero las consumimos porque vienen de afuera y tiene una maquinaria tremenda, son aplanadoras. Yo disfruto de películas que no son buenas, porque a mí me gusta el cine en general, siempre le encuentro algo al cine, me gusta. Pero, entonces, a veces hay una vara rara, ¿no? Como para medir el cine nacional contra otras películas. Pero se está abriendo tal cual como decís. Cuando acecha la maldad parece que hizo un click, ¿no? Pero fue un caso específico también, ¿no? 

-Historia de lo oculto también, que salió primera en el ranking de Letterboxd.

-De Cristian Ponce, maravilloso. Pero estamos hablando de esta última época.

-Por eso digo, no sé en qué momento se abrió la puerta. Capaz que se abrió la ventana, pero entraron unos cuantos.

-Sí, creo que la primera que tuvo como renombre fue Aterrados, si no me equivoco. Debe haber algunas otras que ahora así en frío no me vienen a la mente, como Historia de lo oculto que realmente es un peliculón.

-Y después, el caso de Andy Muschietti que vio un corto Guillermo del Toro y se lo lleva para allá, Demián Rugna que lo salió a desmenti pero sonaba como para dirigir Alien Romulus 2. Está cada vez mejor considerado…

-Igual esto es algo que viene hace mucho pero mucho tiempo, esto lo dijo una vez… ¿Quién fue que lo había dicho? No sé si Fede Álvarez. ¿Por qué latinos? Porque hay algo con lo sentimental. Es raro lo que voy a decir, por ahí no se entiende bien, pero digo, "el norteamericano es más frío". No es algo malo ni bueno, es cultural, es menos cálido que el latino. El latino es muy muy pasional y eso a veces en las películas se nota. Entonces, ellos están llevando mucha gente, hace bastante tiempo hay argentinos. O sea, estamos hablando de Alejandro Agresti, de muchos más atrás. Si no hubiésemos perdido a Fabián Bielinski tan temprano, hubiese dirigido peliculones. Me da muchísima pena en el corazón que no hayamos tenido más que dos películas de Bielinski, cuando para mí era una maravilla lo que hacía. Bueno, Damián Szifrón, allá arriba también. Nuestro capitán casi diríamos. El venezolano Alejandro Hidalgo, por ejemplo, también, ¿viste? Son gente que se lo fueron llevando de alguna manera. Por ahí tiene que ver con esto, con el tema pasional y el cine, contar el terror de otra forma. El terror latinoamericano en general tiene mucho que ver con los sentimientos. Eso está bueno también

-De hecho, para mí se nota mucho cuando el yanqui quiere contar una leyenda urbana, o lo que sea, arraigada en algo cultural nuestro, se nota forzado, no fluye.

-Les pasó con la movida del j-horror, con todo el terror asiático. Los asiáticos son muy pasionales. La figura del fantasma no es una persona que asusta, está muy cargado de sentimientos, tiene que ver con la emoción humana y ellos no lo supieron interpretar. Salvo Ringu, digamos, El círculo, y Dark Water, que bueno, es brasilera. Todas las demás no entendían esa parte, entonces la sacaban y las películas quedaban vacías.

Hay películas muy emocionales en Norteamérica, por eso digo, estamos generalizando, me parece. Hay de todo. A veces lo popular es lo que habría que analizar, que es lo que más llega. Pero después todos tenemos el corazón latiendo, me parece a mí. Me encanta el cine norteamericano, no quiero tampoco parecer… O sea, mis bases son el cine norteamericano. El slasher es norteamericano, soy fanático de Tim Burton, John Carpenter, Steven Spielberg. No voy a hacerme ahora el “aguante Latinoamérica” cuando mis bases son de ahí, porque es el cine que me llegó, pero bueno, uno aprende después a disfrutar. El cine coreano, por ejemplo, hoy en día es mi cine predilecto

-Y a nivel general, porque yo siento que, no sé si el año pasado también, este año fue del terror a 100% e incluso en el mainstream. Pecadores, La sustancia, La hora de la desaparición. ¿Por qué sentís que está pasando esto? 

-Creo que igual es algo que… digamos, el cine de terror funciona siempre. En todas las décadas. Desde Nosferatu de F. W. Murnau hasta ahora, el cine de terror siempre funcionó. Porque el cine de terror le habla directamente a lo que sentís, le habla directamente a tener una sensación, un vínculo con la película que es más emocional. Cuando digo “emocional” es el miedo, obviamente, tus propios terrores, pero tiene una clave: no necesita de estrellas. Superman necesita sí o sí que haya una estrella. Una comedia romántica, sí o sí necesitás que esté una estrella. Una película de acción, necesitás un héroe de acción. La película de terror no. La película de terror puede ser ser tres pibes que nunca habían actuado en un bosque, Blair Witch, éxito total. Creo que ese es el éxito del cine de terror: no necesita de por sí una estrella que acompañe, sino la historia en sí. Y a la gente le gusta sentirse identificada con el terror, me parece que apela a cosas distintas. Yo creo que siempre estuvo vigente, siempre hubo películas. Tal vez ahora, como decís, estan estos hitazos que estás nombrando, películas que que conectaron mucho con el público. Sí, es verdad, pero siempre lo vi como que llega tranquilamente al espectador. Sí, digamos, hay más fanáticos, por ahí de los superhéroe porque se puso muy de moda estos últimos 10 años o más. Pero es como decíamos, una tribu, el terror es una tribu. Al que le gusta el terror le gusta el terror. No es que le gusta tal actor y lo sigue. En otros géneros por ahí no pasa.

-Así el como terror no necesita de estrellas, necesita de buenos golpes de efecto o de buenas construcciones de climas. ¿Cómo fue el desafío de encarar toda esa parte sangrienta? Porque está bien lograda, es bastante visual. No quiero spoilear ninguna, pero la de la patineta en particular fue…

-Los comentarios que están llegando de todo el mundo es “La muerte de la patineta”. Cuando terminamos de filmar esa escena, todos dijimos, "es la escena de la película". Porque sí, tiene un aura que está buena. Por suerte en el slasher, el asesino no suele preparar demasiado los asesinatos, sino más bien es como un acto de violencia del momento, ¿no? Por eso El juego del miedo, por más que sea un asesino serial, no entra en el slasher.

Lo que hicimos fue combinar efectos prácticos, que son los efectos que se hacen en el lugar, con la sangre, con la prótesis, y efectos digitales, obviamente, que o sea, los efectos prácticos a veces están buenísimos y me encantaría usar muchísimos más, pero requieren mucho más tiempo y requieren una preparación mucho más extensa. Lo bueno fue combinarlos para que la sangre la sientas, yo no quería que la sangre sea digital, que la sangre la veas en el momento. Cuando le pegan a alguien y escupe la sangre, que sea sangre, porque se nota la digital. Después de repente algunos detalles sí, los pusimos de forma digital. Sobre todo una escena ahí en la patineta…

-Hay mucha magia…

-Hay mucha de la magia de la edición y del montaje para que termine de funcionar. Traté de que, hay varias muertes en la película, que sean distintas. En algunas aplico algo medio gore, en algunas aplico algo medio giallo, en otras algo más suspenso. Tratar de que también las muertes sean variadas, sean divertidas en ese sentido, digamos, que no sea siempre “le clava un cuchillo a uno”. O sea, en una usa un martillo, la patineta. Tratar de variar para que también haya como una especie de “Uy, mira qué loco lo que hicieron en esta”.

-En cuanto al rendimiento de la película, ¿qué te pondría feliz?

-Toda realización se culmina cuando el círculo se cierra con el espectador. Que exista la película. Lo que a mí me pone contento es que le llegue al público, ¿no? Que alguien la vea y la haga suya. Después lo que lo que deseo, obviamente, es que la gente entre en ese viaje, que viaje a esos 90, que se deje entretener y mover en la butaca por este slasher argentino sobre todo, ¿no? Por esta experiencia en el conurbano. Después pueden ir a Bernal y revisan ahí las calles donde fueron... Donde murió tal, dónde murió el otro, las casas y todo eso. Principalmente eso, que llegue al público, que es importante. 

Siempre uno busca en esto eso, que la conexión, el vínculo con la película, o sea, que logre el vínculo, que la gente la recomiende. Recomiendenlá, por supuesto. Que les guste, la van a pasar bien. Los que la van a pasar mal son los que están dentro de la película.