10/10/2025 - Edición Nº976

Internacionales

Tragedia dominicana

Santo Domingo tras el colapso: el drama de los niños olvidados

09/10/2025 | Meses después del derrumbe que mató a más de 230 personas, decenas de niños y adolescentes enfrentan la orfandad y la falta de apoyo estatal.



El colapso de la discoteca Jet Set en Santo Domingo dejó mucho más que ruinas materiales: arrasó con familias enteras y dejó a decenas de niños huérfanos, cuya vida cambió en segundos. A casi seis meses de la tragedia, el recuerdo del estruendo sigue retumbando en los barrios de la capital dominicana, donde los sobrevivientes intentan reconstruirse sin demasiadas respuestas del Estado. La magnitud del desastre, que según cifras oficiales se cobró 236 vidas, aún provoca conmoción nacional y una sensación de abandono colectivo.

Entre las historias que emergen del dolor está la de Nércida Melo, una madre que perdió la vida aquella noche mientras disfrutaba de un concierto junto a su esposo. Sus seis hijos, cuatro biológicos y dos adoptivos, quedaron a merced de la solidaridad vecinal. Los tres mayores asumieron el rol de adultos antes de tiempo, intentando sostener un hogar sin ingresos ni apoyo institucional. Es un retrato común entre las familias de las víctimas, que reclaman no solo justicia judicial, sino también una reparación social que nunca llegó.

El peso del abandono institucional

Pese a las promesas iniciales del Gobierno, los programas de ayuda a los afectados apenas se han materializado. Organismos como el Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (CONANI) reconocen haber recibido solicitudes de apoyo educativo y psicológico, pero muchas familias afirman que los trámites se diluyen en la burocracia. La mayoría de los huérfanos continúan dependiendo de redes comunitarias o de familiares con recursos limitados. En palabras de una tía que ahora cuida a tres menores: “El dolor no se va a ir jamás, y el Gobierno tampoco aparece”.

La tragedia también reveló fallas estructurales en la gestión de emergencias y en el control de infraestructuras privadas. Los informes judiciales concluyeron que el colapso fue producto de una negligencia sistemática, atribuida a los propietarios del local y a inspectores municipales que omitieron advertencias previas sobre el deterioro del edificio. Sin embargo, el proceso avanza lentamente, y el empresario Antonio Espaillat, dueño del recinto, enfrenta cargos de homicidio involuntario mientras busca libertad condicional. Las familias, por su parte, denuncian que el caso ha caído en el olvido mediático y judicial.

Un país marcado por la memoria

El caso Jet Set se ha convertido en un punto de inflexión para la opinión pública dominicana. Las marchas en memoria de las víctimas han reunido a miles de personas bajo el lema “No fue un accidente, fue negligencia”, y las familias piden que el Estado cree un fondo permanente para los niños afectados. Los sobrevivientes insisten en que el dolor no se mide solo en muertos, sino en las vidas que quedaron a medias, en los adolescentes que abandonaron la escuela y en las madres que aún buscan justicia en silencio.

El drama de los huérfanos del Jet Set trasciende el dolor familiar: expone las grietas del sistema social dominicano, donde las tragedias se olvidan rápido y la justicia avanza despacio. Lo que nació como un caso de irresponsabilidad empresarial ha derivado en una crisis moral sobre cómo el país acompaña a sus sobrevivientes. La memoria de esas vidas perdidas se ha vuelto una forma de resistencia frente al olvido. Santo Domingo parece seguir bailando al ritmo del merengue, pero bajo esa apariencia de normalidad persiste un eco que no se apaga. El futuro de los huérfanos del Jet Set dependerá de si la sociedad logra convertir su tragedia en una lección de memoria y responsabilidad, o si volverá a caer en el silencio que suele enterrar las heridas colectivas.