
Seis activistas mexicanos fueron repatriados tras su detención cuando formaban parte de una flotilla internacional que intentaba llevar ayuda humanitaria a la Franja de Gaza. Entre los repatriados se encuentran Sol González Eguía, Ernesto Ledesma Arronte, Arlín Medrano Guzmán, Carlos Pérez Osorio, Diego Vázquez Galindo y Laura Alejandra Vélez Ruiz Gaitán, quienes integraban la misión conocida como Flotilla Global Sumud, compuesta por más de 400 personas de distintas nacionalidades.
El grupo había zarpado con alimentos, medicamentos y artículos de primera necesidad para la población gazatí, afectada por el bloqueo israelí. Sin embargo, la embarcación fue interceptada por las fuerzas navales de Israel, que trasladaron a los tripulantes al puerto de Ashdod y luego al centro de detención de Ketziot, en el desierto del Negev.
El Gobierno de México, a través de la Secretaría de Relaciones Exteriores, gestionó la liberación y retorno de los connacionales. Los diplomáticos mexicanos en Israel y Jordania coordinaron el traslado de los activistas hacia Amán, desde donde fueron acompañados por personal consular hasta su regreso a la Ciudad de México. Según fuentes oficiales, la intervención consular fue inmediata, en cumplimiento con los protocolos de asistencia humanitaria.
La cancillería subrayó que México seguirá defendiendo el derecho internacional humanitario y la libre entrega de asistencia a las poblaciones afectadas por conflictos.
El regreso de los seis activistas abre una reflexión sobre el rol de México como actor humanitario global y los riesgos que implica su participación en escenarios de guerra. Si bien el gobierno defendió la iniciativa como un acto de solidaridad, también enfrenta críticas por la falta de un marco regulatorio que proteja a ciudadanos que participen en misiones internacionales.
A largo plazo, este episodio puede impulsar una redefinición del activismo mexicano en causas globales, promoviendo mayor coordinación entre el Estado y las organizaciones civiles. La repatriación pone fin a una crisis diplomática puntual, pero deja abierta la discusión sobre cómo México puede proyectar su compromiso con la paz sin exponerse a confrontaciones internacionales.