
La Unión Europea anunció un ambicioso paquete de inversión de 11.500 millones de euros destinado a Sudáfrica, con el objetivo de apoyar su transición energética, modernizar infraestructuras y reforzar el sistema de salud pública. El acuerdo fue presentado durante la visita de altos funcionarios europeos a Pretoria, como parte de una estrategia más amplia para reforzar lazos políticos y económicos con África, en un contexto de creciente competencia global por influencia en el continente.
Buena parte de los fondos se destinará a proyectos de energías limpias y tecnología verde, en especial a la expansión de la energía solar y eólica, el desarrollo de hidrógeno verde y la modernización de la red eléctrica nacional, que atraviesa una crisis estructural por la dependencia del carbón y los constantes cortes de suministro. El país genera más del 80 % de su electricidad a partir de carbón, por lo que la descarbonización se ha convertido en un reto urgente.
Entre los proyectos destacados figura Coega Green Ammonia, en el puerto de Gqeberha (antigua Port Elizabeth), que busca producir amoníaco verde a gran escala para exportación industrial. También se financiará la fabricación local de vacunas y medicamentos con el fin de reducir la dependencia externa, una lección aprendida tras la pandemia, cuando Sudáfrica debió importar la mayor parte de sus dosis.
La inversión se inscribe dentro del programa europeo “Global Gateway”, diseñado para ofrecer alternativas a la influencia económica china en África. Bruselas busca consolidar su papel como socio estratégico en desarrollo sostenible, innovación y transición energética, ofreciendo financiación con estándares medioambientales y laborales más altos que los de Pekín.
No obstante, el anuncio llega en un momento económico delicado para Sudáfrica. A las dificultades internas -como un desempleo superior al 30%, altos niveles de desigualdad y un crecimiento estancado- se suman presiones externas: Estados Unidos impuso recientemente aranceles del 30% a las exportaciones sudafricanas, mientras el principal programa de preferencias comerciales con Washington, la Ley de Crecimiento y Oportunidad para África (AGOA), expiró sin renovación inmediata. Este mecanismo, vigente desde el año 2000, permitía a los países del África subsahariana exportar miles de productos al mercado estadounidense sin pagar aranceles, siempre que cumplieran estándares democráticos y de derechos humanos. Su suspensión afecta directamente a sectores clave de la economía sudafricana, como el automotriz, agrícola y vitivinícola, que dependían en buena medida de ese acceso preferencial.
Con esta nueva inyección de capital, la Unión Europea busca consolidar su presencia en el sur del continente y contribuir a la estabilidad económica y climática de una de las democracias más relevantes de África. Para Sudáfrica, el desafío será traducir esas inversiones en empleo, infraestructura y energía limpia que lleguen efectivamente a su población.