
Taiwán dio un paso estratégico hacia la modernización militar al presentar la iniciativa “T-Dome”, un complejo plan de defensa aérea de múltiples capas diseñado para proteger el espacio aéreo frente al crecimiento de la presión militar china.
Durante el discurso por el Día Nacional, el presidente taiwanés anunció que el proyecto será incluido en el presupuesto de fines de año como parte de un reforzamiento en la seguridad nacional. Hasta ahora no se dieron todos los detalles técnicos del sistema, pero anticipan que combinará detección avanzada, interceptores y redes de alerta temprana.
El nombre recuerda al “Iron Dome” israelí, sistema de defensa antimisiles que intercepta proyectiles de corto alcance. Allí, este tipo de sistemas ha demostrado eficacia en conflictos regionales. En el caso de Taiwán, el objetivo sería elevar la tasa de interceptación y dotar de una respuesta escalonada frente a incursiones aéreas.
Actualmente, la defensa aérea de la isla depende de misiles Patriot importados de Estados Unidos y sistemas locales, de defensa antiaérea y de misiles antibalísticos tierra-aire, como el Sky Bow. Recientemente también se presentó un nuevo misil llamado “Chiang-Kong”, capaz de alcanzar blancos de altitud media, complementando los sistemas existentes.
China reclama la isla como parte de su territorio y ha intensificado maniobras militares cerca del estrecho que separa ambas partes. Para Pekín, la “reunificación” sería esencial para mantener la estabilidad regional desde su punto de vista. Taiwán, por su parte, rechaza cualquier presión basada en la fuerza.
La tensión no es nueva: tras la victoria comunista en la guerra civil china en 1949, el líder nacionalista Chiang Kai-shek y su partido Kuomintang (KMT) se refugiaron en la isla de Taiwán, donde establecieron un gobierno propio que continuó llamándose República de China. Desde entonces, Pekín considera a la isla una provincia rebelde que debe ser “reunificada” con el continente, incluso por la fuerza si fuera necesario. Durante la Guerra Fría, Taiwán contó con el respaldo político y militar de Estados Unidos, lo que consolidó su papel como aliado clave frente al bloque comunista.
En décadas recientes, pese a algunos períodos de acercamiento económico, las tensiones volvieron a intensificarse: el crecimiento del poder militar chino, la política de “una sola China” y las visitas de funcionarios estadounidenses a Taipéi reavivaron la desconfianza. Hoy, los ejercicios militares en torno al estrecho, los vuelos de aviones de combate y las advertencias diplomáticas se repiten con frecuencia inédita desde los años noventa.
Defensa escalonada: una capa de detección temprana y varias fases de interceptores para distintos tipos de amenazas.
Mayor autonomía: reducir la dependencia total de tecnología extranjera y fortalecer la industria nacional de defensa.
Disuasión: enviar una señal clara de que Taiwán está listo para responder a agresiones.
Flexibilidad: adaptación al desarrollo de misiles más precisos y vuelos no tripulados.
El sistema todavía está en etapa inicial de planificación. No se ha revelado el costo total, los plazos de implementación ni los socios tecnológicos. Construir un escudo complejo como este demandará recursos significativos, además de integración con radares, sistemas de comando y control, y capacidad logística constante.
China reaccionó con firmeza: el gobierno en Pekín acusó a las autoridades taiwanesas de provocar tensiones y reiteró que cualquier intento de independizarse llevará a una respuesta. Expertos internacionales observan que este tipo de iniciativas busca equilibrar una diferencia estructural: China dispone de una vasta fuerza militar y recursos mayores, mientras que Taiwán debe diseñar estrategias defensivas altamente eficientes con recursos más limitados.