06/12/2025 - Edición Nº1033

Internacionales

Crisis política

El ocaso de Dina Boluarte: ¿qué sigue tras su desplome político?

10/10/2025 | La expresidenta cayó a un histórico 2% de apoyo, tras una gestión marcada por escándalos, represión y soledad política.



La figura de Dina Boluarte pasó en menos de tres años de ser un símbolo de continuidad institucional a encarnar la crisis de representatividad más profunda del Perú contemporáneo. Desde que asumió el poder en diciembre de 2022, tras la destitución de Pedro Castillo, su presidencia fue vista como un interinato condicionado, sostenido apenas por la necesidad de evitar el colapso del Estado. Sin embargo, el intento de estabilizar el país se convirtió pronto en una sucesión de errores, investigaciones y distancias crecientes con la sociedad civil.

Hoy, Boluarte enfrenta el peso de una popularidad hundida al 2%, un registro inédito incluso en la turbulenta historia política del país. Las calles de Lima y las regiones andinas la recuerdan por los más de 70 muertos durante las protestas de 2023, y por su discurso imperturbable ante las acusaciones de represión. En los sondeos más recientes, su desaprobación supera el 90%, y en franjas jóvenes se acerca al 0%, una cifra que refleja el divorcio total entre el poder y la ciudadanía.

El costo de gobernar sin respaldo

El desgaste político de Boluarte se aceleró por su estilo hermético y por la falta de una base partidaria que la sostuviera. Ningún movimiento relevante se identificó con su gestión, mientras el Congreso, inicialmente aliado, terminó impulsando su vacancia por “incapacidad moral permanente”. Casos como el "Rolexgate" y las denuncias por redes de nepotismo dentro de su entorno familiar minaron cualquier intento de reconstruir su credibilidad. El mensaje de austeridad que alguna vez la diferenció quedó sepultado bajo la percepción de privilegio y desconexión con la realidad nacional.

El aislamiento institucional de la presidenta fue paralelo a su creciente impopularidad. Organismos internacionales cuestionaron el uso excesivo de la fuerza durante su mandato, mientras los sectores rurales, otrora bastión del castillismo, pasaron de la esperanza a la indignación. Boluarte intentó sostenerse en una retórica de orden y legalidad, pero su discurso careció de una narrativa de unidad o de visión de futuro, lo que la condenó al vacío político incluso antes de su salida formal.

El ocaso de una presidencia sin relato

La caída de Boluarte marca un punto de inflexión en la historia política reciente del Perú. Su salida no resolvió el dilema estructural de un sistema fragmentado, sino que lo profundizó. El relevo institucional encabezado por el congresista José Jerí evidencia la fragilidad del modelo presidencialista peruano, que ha visto pasar seis mandatarios en apenas una década. La crisis se ha vuelto endémica, y cada cambio de gobierno parece reproducir el mismo ciclo de legitimidad erosionada.

Boluarte deja un legado de advertencia: el poder sin legitimidad no sobrevive en un país que exige cada vez más rendición de cuentas. Su figura quedará asociada al declive de la autoridad moral y al agotamiento de la narrativa tecnocrática que prometía estabilidad a cualquier costo. Con su caída, el Perú no cierra una crisis; apenas entra en una nueva fase de incertidumbre política.

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